Número 14

Como nuestra vuelta cae en Cuaresma, este número tiene mucho de cofrade; de queja cofrade, para ser exactos, que es un modo muy granadino de vivir la Semana Santa. Pero para que no se diga que somos unos aguafiestas, gemebundos y jeremíacos, nos alegramos por el propósito anunciado por el Ayuntamiento de celebrar al poeta mejicano Francisco A. de Icaza; tanto, que traemos uno de sus poemas como parte de las «Teselas románticas». En fin, volvemos: ad multos annos!

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Nota de los editores

A los granadinos de ambos hemisferios: ¡feliz día del Corpus! El resto del orbe católico, excepto diócesis sueltas, lo celebrará el domingo, pero Granada se mantiene fiel a la fecha original. Gracias, como casi todo, a la reina Ysabel.

Aprovechamos, queridos lectores, para disculparnos: Alcaicería es un proyecto personalísimo para bien y para mal. Los contras implican, entre otras cosas, que el boletín puede dejar de aparecer sin aparente justificación. Poco ha durado, dirán con razón. ¡Pero no hemos abandonado! Si WordPress y sus malditas modificaciones lo permiten, como antes; si sigue en sus trece, a pesar de ellas. Amenaza tormenta y es en ellas cuando se logran las grandes gestas. Ojalá sepamos estar a la altura.

Hasta aquí las explicaciones, aunque quizá no eran necesarias. Viva el Corpus Christi y ya saben, cumplan el mandato de la reina Ysabel: «la fiesta ha de ser tal e tan grande la alegría y contentamiento, que parezcáis locos».

Francisco Guerrero Vílchez

Número 9-10

Llega el día de Todos los fieles difuntos, fiesta castiza y popular en la que el españolito medio se acerca al cementerio a honrar a sus muertos, se representa en los teatros el Don Juan de Zorilla y se atiborran los niños de todas las edades con huesos de santo.

Este año, los cementerios estarán vacíos como no lo han estado ni en los peores días de las peores guerras, así que dejamos aquí unas flores literarias en el nicho de un joven periodista que murió a los ochenta y ocho años de edad. Un personaje, por cierto, que mereció el homenaje póstumo del Arzobispo de Granada, del Ministerio de Justicia, de la Asociación de la Prensa, de un puñado de periódicos patrios… pero no el de nuestros contemporáneos. Ni siquiera merece un reglón en el centenar de esbozos biográficos de nuestra admirada Viñes Millet en Figuras granadinas. ¡Ni siquiera!

Se trata, lo anuncia el título, de Francisco Guerrero Vílchez (1853-1941), que acumuló en su pechera la Cruz de la Lealtad y la Cruz de las batallas de Montejurra (1873), Somorrostro (1874) y Lácar (1875); fue nombrado Caballero de la Orden de la Legitimidad Proscrita (1924, por el rey Don Jaime) y Teniente honorario del Ejército (1938); fue Terciario franciscano y miembro fundador de la Asociación de la Prensa granadina; fundó y dirigió el semanario El Amigo del Obrero (1896-1901), dedicado a la Juventud Tradicionalista, y fundador y director del periódico La Verdad (1899-1941). Ese fue su mayor hito, la empresa a la que entregó su vida.

Aunque en la Guerra de 1936 ya tenía cumplidos los ochenta, fingió tener menos de cuarenta años para alistarse en las milicias ciudadanas (en la de Españoles Patriotas, según Ángel Puente en el obituario que le dedicó «La Gaceta del Norte») para quedarse, al menos, en la retaguardia y defender aquello a lo que había entregado cada segundo de su vida, la Tradición.

Por lo demás, inspiró la creación del Tercio de Requetés «Nuestra Señora de las Angustias», que se formó en su casa de la Vega. Aquello es el germen de la actual Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores, que aún pasea la Cruz de San Andrés por las calles de Granada cada Semana Santa.

Hoy, sin embargo, sólo queda un rastro camuflado en la ciudad: la estatua dedicada a fray Luis de Granada -fruto de su terco empeño- que consiguió colocar en Bibrrambla y Gallego Burín trasladó a Santo Domingo.

Guerrero Vílchez sufrió cárcel, consejos de guerra y destierros, nada que lo hiciera flaquear en aquella consigna con la que encabezó La Verdad: Somos carlistas. Seguimos las doctrinas que defendió gloriosamente nuestro Carlos VII, quien tuvo el honor y la dicha de conservarnos la bandera sin una sola mancha, negándose a toda componenda para que podamos tremolarla muy alta». Y tanto.

Cuentan que una vez quiso desistir y abandonar el periódico, entendiendo que a su edad ya no estaba para tantos trotes (él, simple herrador de bestias), porque escribía, componía y repartía La Verdad, pero no se atrevió a hacerlo sin pedirle permiso a Don Jaime. Como este se negara y lo animase a continuar por el bien de la Causa, no dudó: «Señor: el periódico no morirá mientras yo viva». Y así fue.

Vaya este número de ALCAICERÍA en su memoria, como patrón de la prensa granadina que consumió cada segundo de su vida, hasta el último suspiro, por sacar adelante su periódico. Sacó el último número el mismo 29 de septiembre de 1941 en que él entregaba su alma al Altísimo y la Virgen de las Angustias, Madre misericordiosa a la que tributaba filial devoción, paseaba por la ciudad.

Virgilio Castilla, reciclado

Anuncian la Ley de Memoria Democrática (con incontables muertos y quiebra inasumible es poco menos que inoportuna) y salen los sospechosos habituales a reivindicar la figura de Virgilio Castilla, presidente de la Diputación de Granada fusilado en 1936. Bien, ¡pero que no lo hagan en nombre del andalucismo! Porque a eso se dedica una tal Fátima Gómez, del PSOE granadino. Es probable que lo ignore, pero Castilla Carmona propugnó siempre, de forma inequívoca y arrepentirse nunca, que Granada sólo podía formar parte de una región: la que constituye con Jaén, Almería y Málaga.

Reivindicación de Enriqueta Lozano

Hemos hecho la transcripción de uno de los poemas que Enriqueta Lozano (Granada 1829-1895) presentó al certamen del Círculo de la Oratoria de Granada del año 1889, dedicado a José Zorrilla como recuerdo de su coronación como Poeta Nacional. El original, manuscrito, se encuentra en el Archivo Municipal de Valladolid (Colección Casa de Zorrilla) e incluye otras composiciones de la misma autora y de Cayetano del Castillo, Francisco L. Hidalgo, Francisco Jiménez Campaña, Antonio Prieto Cifuentes, Eduardo Caro, José Lasso de la Vega, Juan Vilardell y Antonio María Afán de Rivera. Salvo error por nuestra parte, es la primera vez que se transcribe.

Sirvan esos versos de homenaje a la Patrona de Granada y como reivindicación de Enriqueta Lozano, cuya poesía fue merecedora de grandes loas en su vida y que, en cambio, tras su muerte cayó en el olvido. En 1866, treinta años antes de ésta, ya le habían publicado unas Obras completas… y nunca más se supo. Convendría que alguna de esas editoriales subvencionadas que se dedican a rebuscar entre legajos (casi siempre de autores cuyas obras están ya exentas de propiedad intelectual, asegurando con ello los beneficios) recuperara algo de su extensa y prolífica obra. Aducirán la falta de interés del público actual por la poesía mística o el drama lírico, pero eso sólo camuflará la repulsa por el carácter moralizante y tradicional de libros como La lira cristiana (1857) o El cáncer social (1876).

Reivindicamos, en fin, otro Romanticismo iliberritano. Porque no, no es suficiente con Ángel Ganivet y Pedro Antonio de Alarcón, autores cuya luminosa creación no puede cegarnos y ocultar la existencia de la otra cara. Tan opuesta, por lo demás, que la propia Enriqueta Lozano terminó su noviazgo con Pedro Antonio por entender que había una clara e irremediable incompatibilidad entre su pensamiento tradicionalista y el progresismo ateo de la contraparte sentimental. En aquella frustrada relación estaban dibujadas las guerras civiles decimonónicas.

[Publicado en el Número 7, página 4]

Paraíso cerrado

[Número 6 en versión clásica]

El día 17 de octubre de 1926, Federico García Lorca leyó en el Ateneo de Granada la conferencia Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos, título del precioso y complejo libro del poeta culteranista Pedro Soto de Rojas (Granada, 1584-1658), a quien aquella temporada el Ateneo rindió varios homenajes.

De la conferencia no se conservan ni el texto original ni la transcripción íntegra, sólo unas notas autógrafas, un resumen del periódico El Defensor de Granada y las notas de prensa de sus posteriores repeticiones en la Residencia de Estudiantes (1928) y La Habana (1930). Nuestro acceso a ella es, por lo tanto, parcial y tiene el sesgo de quien intentó reproducirla en la edición de sus obras completas.

En cualquier caso, conocemos su tónica general. Siguiendo esa recreación de las palabras de Lorca, sabemos que éste dijo -de forma aproximada- que «Granada ama lo diminuto. […] El diminutivo no tiene más misión que la de limitar, ceñir, traer a la habitación y poner en nuestra mano los objetos o ideas de gran perspectiva. […] Granada, solitaria y pura, se achica, ciñe su alma extraordinaria y no tiene más salida que su alto puesto natural de estrellas. […] Por eso, la estética genuinamente granadina es la estética del diminutivo, la estética de las cosas diminutas».

Después de disertar en tono poético sobre lo diminuto y su relación con el carácter local, llega a la conclusión de que la primera parte del título que Soto de Rojas le puso a su precioso y complejo libro, Paraíso cerrado para muchos, es nada menos que «la más exacta definición de Granada».

EL MURO DE LA VERGÜENZA

Cuando uno se aproxima a Granada desde la costa, bajando ya del Suspiro del Moro y dejando atrás el bosque de unifamiliares con piscina que flanquea la carretera, se topa con un inmisericorde muro de hormigón: el famoso PTS. Continuar la carretera en dirección Jaén-Madrid no mejora la situación, porque después llega una molicie bancaria, a continuación otra molicie bancaria, después un molicie hospitalaria… Granada podría aparecer al viajero coronada por la Torre de la Vela, pero lo hace rodeada de horribles edificios que parecen custodiar una sofisticada urbe de rascacielos y modernas industrias. La realidad, como bien sabemos, es mucho más triste: dentro no hay más que una ciudad volcada en buscar la mejor tapa y en sacarle los cuartos al turista, previa conversión de sus monumentos en un siniestro parque de atracciones.

Quizá Granada amó lo diminuto, pero ahora alguien ha falsificado ese amor, la ha encajonado con la circunvalación y, como si dudara un poco de la eficacia de esa muralla china, ha colocado alrededor estratégicos edificios altos.

Lejos de nosotros el ludismo, que no se vean aquí arranques primitivistas: no negamos -¡más allá, lo exigimos!- la necesidad de reconstruir una industria regional fuerte cuya solidez permita de una vez por todas a estos pueblos dar la patada en el suelo para evitar ahogarse, pero sí reivindicamos que se haga con cierto sentido de la estética.

EL MONUMENTO FUNERARIO

En 1981, Juan-Alfonso García, organista de la Catedral de Granada, compuso Paraíso cerrado, una pieza musical de homenaje a Pedro Soto de Rojas por encargo del Festival Internacional de Música y Danza. Como es lógico, para ello recogió fragmentos de Paraíso cerrado para muchos… La obra fue estrenada el año siguiente con gran éxito y, en la introducción del libreto, Juan-Alfonso afirmó que «el “carmen” de Soto de Rojas encierra toda la mística a la que el granadino aspira».

Tenía razón (fue discípulo de Valentín Ruiz Aznar, sí, pero podría no tenerla: era un sacerdote que no se vestía de sacerdote, lo cual es siempre sospechoso); tenía razón, digo, pero resalto el pretérito imperfecto. ¿Qué diantres significa hoy un carmen? De ser el exponente de la vivienda albaicinera, de ser la aspiración de todo granadino, de ser la sublimación de una casa, ha pasado a ser pasto de hotelillos, bares, dispensarios de comida basura y museos, o capricho de jeque qatarí. Desaparecen las calles de vecinos y se convierten en calles de clientes. Con que ya no hay nada que albergue «toda la mística» a la que aspirar.

La consecuencia inevitable es la muerte del barrio. Para evitarlo, el Ayuntamiento puede primar la mudanza de vecinos (sentido inverso al malhadado éxodo que provocó hace décadas hacia Almanjáyar) o puede confundir causas y consecuencias, liarse una manta turca a la cabeza y salir corriendo.

Y eso hacen, para no decepcionarnos. Ahora han anunciado que el Albaicín contará con «máquinas reproductoras de sonidos y olores típicos del barrio»…

Puede el lector sospechar la clase de exabruptos que caben en esos puntos suspensivos y que no reproducimos, aunque los pensemos, por decoro periodístico y cristiana caridad.

Al margen de que sea una ocurrencia propia de mentecatos, una absurdez birriosa y una cutre guarrería, la «fuente de olores», si la colocan, será el perfecto monumento funerario bajo el cual los poetas puedan dejar sus elegíacos versos por la muerte de Granada.

EL CHANTAJE DE ASJARIS

Basta de generalizar, bajemos al barro.

Casa Asjaris, en la calle Zafra, es la colección privada de Juan Manuel Segura y Francisco Jiménez y supera, aseguran, las 700 piezas.

«Es, probablemente, la mayor en manos privadas que existe en la provincia de Granada. Una colección única, entre otros aspectos, por contar con cinco obras de Pedro de Mena, algo que no ocurre, bajo el mismo techo, en ningún lugar del mundo». Con esas palabras comienza la noticia con la que el pasado 16 de agosto de 2020 el periódico Ideal decidió fastidiarnos el desayuno. «Casa Ajsaris se plantea irse de Granada» porque, según avanzaba el diario, «sus propietarios han recibido una oferta en firme de una ciudad andaluza, que deben responder en breve».

Los dueños reclaman (de nuevo, pues son reincidentes en el asunto) una ayuda pública y quieren que el Ayuntamiento se haga cargo de encontrar un espacio para la exposición. Para ello, han llegado a proponer que sean el Convento de la Concepción o la controvertida Casa de Ágreda. ¡Nada menos!

Volvamos por un segundo a los fondos de la colección. Por la perspectiva del asunto y etcétera. No sólo contiene cinco obras de Pedro de Mena: hay también de Pablo de Rojas, Bocanegra, Risueño, Fortuny, Isidoro y Enrique Marín, Joaquín Agrasot, Gómez-Moreno, Ruiz Morales, Ruiz Guerrero, López Mezquita, Rodríguez Acosta, Gabriel Morcillo… ¿Tiene el Museo de Bellas Artes un fondo parecido del siglo XIX? No. Alguna pieza meritoria y, en algún caso, quizá las principales de sus autores, pero parece que, en cantidad, no se aproxima.

Ante la oferta para llevarse su exquisita colección, defienden los propietarios que se lo están planteando «porque podremos instalarlo en un lugar preeminente, con una adaptación que dirigiremos nosotros mismos. Además, han aceptado todas las condiciones previas que hemos planteado, sin poner ni un pero». Es decir, buscan un espacio adecuado, pero quieren mantener la gestión. Aspiración legal, pero ilegítima, inoportuna y desordenada.

¿A qué juegan el Ayuntamiento, la Diputación o la dichosa Consejería de Cultura? ¿Qué hacen las fuerzas vivas? ¿No hay ningún organismo público, semipúblico, privado o mediopensionista que se interponga? ¿Nadie va a hacer nada?

El propietario de una obra de arte, igual que el de una barra de pan, un abrigo de paño o un vespino, puede hacer lo que le venga en gana con ella. ¡Faltaría más! Pero si se trata de carne cruda de nuestra Historia, ni esos organismos preocupadísimos por «nuestro acervo cultural» pueden permitirse desaprovechar tamaña oportunidad, ni esos propietarios pueden someter a chantaje a la ciudad sin que el pueblo los corra a gorrazos y se los declare personas non gratas. Por algo así se montó la del Dos de Mayo.

Granada ama lo diminuto, vale, pero, sobre todo, se despreocupa demasiado por lo propio. Apenas se han quejado un par de columnistas en Internet.

CUESTIÓN ISABELINA

Claro, que la cosa viene de lejos. Hace un par de días el filósofo Jon Juaristi se quejó de la falsificación histórica a la que Isabel II sometió a la ciudad de San Sebastián.

«Como los veranos de la época isabelina eran largos y aburridísimos, y además la costa del Cantábrico tiene un clima criminal, tuvo que inventarse algunas diversiones para entretener a la peña entre mayo y octubre, como, por ejemplo, las regatas de traineras, los partidos de pelota, el arrastre de piedra, el levantamiento de piedra, los concursos de partir piedras con barras o con el rabo de la boina, los de versolaris y aizcolaris, las sardanas vascas y, según algunas malas lenguas, incluso el dialecto guipuzcoano del eusquera» (ABC, 30/VIII/2020).

Es sabido que en el sur de España hizo otro tanto. Ansiosa siempre de jarana, -o por remediar la, digamos, falta de interés por ella de su esposo-, Isabel II recorrió los reinos del mediodía peninsular de jarana en jarana. Y nadie mejor para éstas que los gitanos, de modo que la aristocracia y la alta burguesía, palmeras siempre, emularon de tal forma el entretenimiento regio que se acabó identificando el folclore sureño con lo que hoy, allende los mares, es «lo andaluz» y antes era sólo cosa romaní. Después, merced a Javier de Burgos (maldito sea su nombre), aquel esperpento alcanzó a Granada.

¿Habría hecho lo mismo Don Carlos? Le dio por asaltar Bilbao contra todas las recomendaciones de su estado mayor y nunca lo sabremos. Quizá por Bilbao se perdió Granada, cuyos voluntarios y voluntariosos alpujarreños perdieron la apuesta.

Poco a poco se fueron disolviendo las muestras más características de la cultura granadina y, al tiempo, quedaron atrás las polainas cortas, los sombreros de catite, las albarcas, los marselleses y todo cuanto rezumaba costumbrismo local, siempre en beneficio -espurio y oneroso- del nuevo centralismo. Todos tocando palmas al son de unas sevillanas.

Y lo propio… escondido.

QUE SE MUERA EL CIVISMO

Es decir, el paraíso cerrado para todos. Porque el paraíso es la calle vivida, no convertida en expositor de bares y hoteles; es el palacio en uso, no transformado en parque de atracciones; es el arte expuesto, no exiliado por abulia; son las iglesias para rezar, no travestidas de salas de exposiciones.

Lo diminuto, lo diminuto; lo enano. El esquema pequeño. La supervivencia como única aspiración. Restaurar para conservar en formol, no para usar.

De vez en cuando surgen canciones que resumen bien el espíritu de una ciudad. Joaquín Sabina compuso «Pongamos que hablo de Madrid», Los del Río cantan «Sevilla tiene un color especial», Doctor Deseo hace lo propio con «Morirse en Bilbao» y tantos otros ejemplos. El grupo Supersubmarina incluyó en su disco Electroviral (2010) el tema «LN Granada», perfecto resumen del problema:

Sería capaz
De cambiar el calendario lunar
Para verte aquí en Granada un día más

Podría llegar
A escalar esta montaña polar
Y a tu lado aterrizar

Del Veleta al Sacromonte sin mirar
Podría viajar a
A Graná con mi nave espacial
Y el Paseo de los Tristes alegrar
Si te pones a bailar
Las estrellas nos alhambran al pasar

Siendo tan pequeño el universo ¿cómo pudiste caber allí?
Siendo tan eterno este momento ¿cómo me voy a querer morir?
Para quedarme sin ti

Y bailar con la muerte no es un plan
Yo prefiero que me mates tú a bailar

Uno echa en falta algo de nostalgia. Está bien el neologismo audaz de «alhambrar», contribución certera que merece un merecido espacio en la poética patria, pero no todo es eso. La mera contemplación destroza el objeto deseado. Uno echa en falta algo de crítica que sí podemos ver en una canción que se ha unido a la nómina de las antes mencionadas, la de «Gijón» de Pablo Und Destruktion. Su letra dice lo que no decimos aquí:

…En el puerto de Gijón se caían las paredes
Saludaban, riendo, putas en los burdeles
Preguntad a Rambal si lo veis en el cielo
Mejor diez puñaladas que un minuto con miedo

En el puerto de Gijón todo ha cambiado mucho
Solo importa el dinero, ¿dónde quedó el orgullo?
Era lo que querían, malditos europeos
Volvernos puritanos, blandos, gordos y muermos

En el puerto de Gijón ahora andan los puristas
Haciéndole mil fotos al árbol de la sidra
Esto era el progreso, esto era nuestra vida

Que se muera el civismo y viva Cimadevilla

Destructivo como el nombre de guerra de su autor, pero eficaz. Ese es el mensaje, ese es el tono.

SAN JUAN DE LA CRUZ AL RESCATE

Acabemos este singular número de Alcaicería, más catilinaria o J’accuse zoliano que boletín de novedades y propuestas, con un toque optimista. Este verano se han inaugurado unas nuevas etapas del Camino de Santiago siguiendo los pasos de San Juan de la Cruz desde Granada.

El Camino Real parte de la plaza que lleva su nombre, en lo alto de la calle de San Matías (convento carmelita donde predicó el excelso poeta), y la primera etapa acaba en el cruceiro de granito que hay en la parroquia de San Isidro, de El Chaparral (Albolote). Sigue después hasta Toledo, donde se une a la ruta jacobea que sale de Valencia. Con el Camino Mozárabe ya consolidado, esta segunda propuesta para llegar a la tumba de nuestro Santo Patrón liga la centenaria devoción jacobea en Granada con la estrecha relación del Doctor místico con la ciudad. Granada, paraíso cerrado… «¿Adónde te escondiste, / Amado, y me dejaste con gemido? / Como el ciervo huiste, / habiéndome herido; / salí tras ti clamando, y eras ido». Lo encontraremos. Se abrirá.

Restauración en las Carmelitas Calzadas

En el Monasterio de la Encarnación, de las Carmelitas de la Antigua Observancia, están llevando a cabo la restauración del retablo de San Elías y de algunas tallas, como la del Cristo del Desagravio. Cuenta su historia el Museo del Monasterio a través de su cuenta de Twitter (@MuseoCarmenGra), de quien recogemos la imagen del Cristo:

Imagen

«Cuenta la comunidad que hace muchos años, una familia llevó este Crucificado al monasterio para que lo desagraviaran. Nunca le dijeron que ofensa había sufrido la Sagrada Efigie.

»Hasta no hace mucho, la Madres Carmelitas AO tenían la llamada «disciplina» dos veces en semana. Sendos días, se colocaba el Cristo sobre un cojín en el suelo y lo adoraban por tres veces, llevando a cabo la oración del desagravio.

»Recientemente ha sido restaurado en la Universidad de Granada, por los alumnos de la asignatura «Procesos de Conservación y Restauracion de Escultura I: madera» bajo las directrices de doña Carmen Bermúdez Sánchez.

»Han eliminado la suciedad y barnices oxidados, lo que ha permitido que vuelva la policromía original que nos muestran unos tonos azulados impresionantes; han reparado griegas y separaciones mediante un trabajo de «chuleteado»; y han realizados los dos clavos que le faltaban».

Guerra carlista en Granada y la Alpujarra

El texto que hoy traemos tiene su importancia. Está escrito por un liberal, con lo que, si no hay objetividad, las exageraciones irán por el lado contrario al que nos interesa, que es el del carlismo granadino.

Antonio Pirala Criado (1824-1903), madrileño, fue secretario de la Casa Civil del rey Amadeo de Saboya, que fue demócrata como ningún otro monarca lo ha sido, y gobernador civil de varias provincias. No cabe dudar, pues, de sus ideales políticos.

Sorprenderá a algunos que en un principio (Historia de la Guerra Civil…, Tomo Primero, cap. XXV) dejaba claro que «no era Andalucía país a propósito para los carlistas», pero es evidente que había carlismo en Granada, que lo había organizado y que quizá no estaba contando a ésta en aquélla… Cuenta Pirala (ídem, Tomo Segundo, cap. XIV) que en mayo de 1836, tras la salida de Mendizábal del Gobierno, «cundió la insurrección en Granada, pero al saberse el resultado de la de Málaga, se restableció el orden».

Pero estamos en 1838. Llama la atención que en la presente exposición de rebeliones carlistas en la Alpujarra, el prelado de Guadix tuviera parte importante. No era un cualquiera y eso demuestra el profundo apoyo que tuvo el movimiento carlista entre los católicos de veras, que en Granada no eran pocos.

Sin embargo, es de destacar la reacción de las autoridades municipales ante la posibilidad de un ataque de los batallones del general Basilio García y el coronel Antonio Tallada, bajando la imagen de San Miguel a las Angustias y tremolando el pendón real en la Torre de la Vela como hiciera en 1492 el cardenal Mendoza. Protección de los sagrados símbolos sobre la ciudad. Toda guerra desangra.

De distinta índole que la rebelión de los moriscos se preparó otra en la Alpujarra, esa región que partiendo desde las eternas nieves de Sierra Nevada, la circunda en toda su extensión meridional hasta enlazarse con la Contraviesa, que empieza en otra serie de cordilleras que termina en el mar. El terreno y los habitantes se prestaban perfectamente a levantar el pendón carlista, y a emprender una lucha ruda como aquellas montañas y valiente como sus pobladores.

Solazándose estaba el capitán general de Granada, Palarea, en la posesión de Dandella, cuando recibió la primera noticia del levantamiento de los carlistas, y por enfermedad de Aranda capitán de la compañía franca de Seguridad envió al teniente don Joaquín Siman, a apagar aquel incendio. A marchas forzadas llegó diligente a Polopos, donde se hicieron fuertes sus enemigos; peleóse con tesón, y muerto su jefe don Matías de Castro y herido su segundo Arratia, que quedó prisionero, se dispersó fugitivo el resto de la fuerza, hallando en el país la protección que necesitaba su cuita, se recogieron las armas que abandonaron, un obús de campaña enterrado, y otros efectos, y se vio ahogada en su cuna aquella insurrección que habría sido imponente a no ser tan pronto reprimida (1).

Según la declaración de Arratia resultó complicado el obispo de Guadix, su secretario el señor Cedrun, don José Enríquez y Campo vecino de Granada, y otros: se detuvo al Prelado en su palacio y en la cárcel a su secretario y al joven Enríquez, que emparentado con las principales familias de la ciudad era simpático a todos: temióse por su vida y se halló medio de que se le trasladara al hospital, de donde se fugó narcotizando a los nacionales de la Guardia y vigilantes.

Pasó el proceso al juzgado de Albuñol, decidida a su favor la competencia, desempeñado entonces por don Francisco de los Ríos Rosas, y no tuvo más consecuencias notables el plan de insurreccionar la Alpujarra, que habría sido grave para la causa liberal, a la que dieron que hacer los carlistas que en la provincia de Jaén invadían los partidos de Cazorla y Segura de la Sierra, y especialmente la que capitaneó Isidro Ruiz (a) el Monjero; y en la misma Provincia de Granada no fueron insignificantes las partidas que recorrían los territorios de Baza y Huéscar, atacando a la villa de Benamaurel, cuya iglesia incendiaron; debiendo citarse la conspiración descubierta en las Albaidas, y aún la que antes descubrió por una criada, el auditor señor Andreu Dampierre, que fraguaban los presos de la cárcel de Granada, y costó la vida a nueve de ellos.

No faltaban entonces carlistas en Andalucía, y les alentaba en sus empresas la división tan profunda que introdujeran en Granada los Jovellanos, en los que estaban afiliadas personas de valer como Martínez de la Rosa, Castro y Orozco, Velluti, el marqués de Falces, duque de Gor, Cónque, Egaña y otros. Produciéndose lamentables divisiones entre moderados y exaltados, y poco cuerdo o mal aconsejado Palarea, aunque tenía fama de astuto su consejero, no dejaban de aprovecharlas los partidarios de don Carlos; conspiraban, abundaba el dinero, y sólo una persona, cuya familia aún vivía, no ha mucho, sacrificó toda su fortuna, de algunos millones adquiridos en las minas de Almería (2).

Llegaron a temer las autoridades, se adoptaron grandes precauciones y hasta bajóse en rogativa la efigie de San Miguel desde su elevado santuario a la iglesia de la Virgen de las Angustias y de aquí con dicha imagen a la catedral, ondeando el estandarte de los reyes católicos en la Torre de la Vela. Se temía que don Basilio y Tallada atacaran la Ciudad, y se apeló a la astucia para evitarlo. Encomendóse al teniente Siman marchar con la compañía franca de seguridad pública, y al llegar a Purullena pidiese al alcalde de Guadix un crecidísimo número de raciones, suponiéndose jefe de la avanzada de un ejército numeroso; y a propósito para el jovial carácter de aquel hijo de Vélez Málaga el cometido que llevaba, que comprendió perfectamente, obró y expidió comunicaciones aún al mismo capitán general de Granada, como si mandara un grande ejército, cuando sólo llevaba 30 hombres; al hacer el pedido de raciones a Guadix, a donde acababan de llegar las avanzadas carlistas pidiéndolas también, se sorprendió el alcalde, lo manifestó a los enviados de Tallada y don Basilio, creyeron estos que se había improvisado en Andalucía y reunido en Granada un numeroso ejército y levantaron el campo que ya tenían a unas tres leguas de Guadix, retrocedieron a Castril y Baeza para ser batidos por Sanz, y respiró Granada.

(1) En Granada se descubrió una fábrica de municiones de armas en uno de los sótanos de San Diego de Alcalá.

(2) Viéronse estos desgraciados en una boardilla en Madrid, por la caridad del señor Bonell y Orbe, y fue tan consecuente en su opinión el dignísimo sujeto de que tratamos, que al saber la muerte del conde de Montemolín [Carlos Luis de Borbón y Braganza, Carlos V de los carlistas], volvió a su casa despavorido y abrazándose a su lecho falleció de repente, exclamando: ¡ya no queda esperanza alguna! ¡nuestro rey ha muerto! Tan profunda convicción es grande, noble, sublime. Digno recuerdo merecía de sus correligionarios tanta virtud y heroísmo.

Antonio Pirala, Historia de la Guerra Civil y de los partidos Liberal y Carlista (Madrid, 1891), Capítulo LXXXVIII, Tomo III, pp. 198-200.