La Cuerda famosa (y II)

[Viene de La Cuerda famosa (I)]

«No es evidente -les dijo una noche que se atrevió a hablar-, no es positiva esa superioridad del centro cortesano, donde los ambiciosos de España se unen a los parásitos de la corte, para mantenerlos en el abuso del poder. La dorada riqueza del Real, del Prado y la Castellana, ha por complemento la miseria de las provincias, que envían a la capital sus mejores productos, sin recibir cosa útil en cambio. Madrid, falto de industria y de agricultura, es un villorrio comparado a Londres, París y Nueva York; tiene los vicios de estas capitales, sin tener sus virtudes. Los españoles acudimos a la corte, por destinos, los unos; por favores, los otros; por inicuas ventajas, los pudientes; por el triste mendrugo, los mendigos. Hasta los que vamos en tarea de oposiciones, llevamos por bagaje un mamotreto de conocimientos y de hechos científicos descubiertos por extraños, y con alfileres prendidos por nosotros, para salir del paso. Nuestros centros de enseñanza son escenarios de repetición memorista, donde no se emprenden trabajos nuevos, trabajos propios y de investigación, por falta de laboratorios y de sistemas, de alicientes e iniciativas. Tampoco existen en nuestra capital las grandes industrias que en otras fomentan el bienestar de todos; los trenes llegan abarrotados de los frutos de labor provinciana, y salen vacíos; todo el trabajo de los que trabajan, truécase allí en residuos de albañal, que infectan el Manzanares y después el Jarama y el Tajo. ¿Qué esperar de un pueblo que para tener agua y ópera italiana escurre los bolsillos de todos los contribuyentes españoles, y hasta de los que nada poseen, en favor del robo de Aduanas y Consumos? ¡Y, sin embargo, después de esquilmar a las provincias, no se logra tener una ciudad higiénica, ya que su mortalidad triplica la de otras urbes de tercero y cuarto orden! El Ateneo, algunas redacciones, algunos centros de enseñanza y cuatro anticuadas bibliotecas, no bastan a borrar nuestra nota de incultura en Europa. Tenemos, sí, el Museo primero del mundo, porque las Artes bellas -aún cristalizadas en la exaltación de realezas y santidades, y tal vez por eso mismo- no pudieron ser ahogadas por la Inquisición, que borró en las ciencias los apellidos españoles; pero si se busca un monumento arquitectónico en Madrid, sólo se encuentra en la Plaza de Oriente una copia brillante, pero copia al fin, de los palacios de Roma y de Florencia; lo madrileño puro es vulgar o churrigueresco».

Ni qué decir tiene que las réplicas eran formidables, hasta el apabullamiento del cantonal rebelde; pero la risa fue general éste llegó a sostener que la salvación de España estaba en la federación de las provincias, prescindiendo de Madrid, y creando una capital federal del todo nueva, como Washintgton y La Plata, donde no se reprodujeran las infecciones de la vieja monarquía.

Por último, acorralado y sin saber qué decir, el discordante exclamó: «Señores, no defiendan ustedes una ciudad ¡donde los retretes están en las cocinas!». Fue como un trueno gordo; el petróleo se había se disolvió, buscando los sombreros y abrigos en el corredor, con palmatorias y brujías.

* * *

Pocos o ninguno quedan de aquel tiempo, pero quedan las obras de muchos de ellos, desde Martín Gil, Los Monfíes y tantas creaciones imaginarias del gran Fernández y González, a la incomparable Novela del Egipto, conjunto de las correspondencias publicadas en La Época, sobre la apertura del Canal de Suez, y que fueron escritas por Castro Serrano sin salir de Madrid.

Quedan, sobre todo, los trabajos del Juvenal español el gran Manuel del Palacio, cuyos sonetos vengadores han sido y son la revancha de esa Libertad tantas veces traicionada. Él fue siempre de los buenos, de los constantes, y su gracia inimitable no decreció jamás. En sus últimos años, un ministro arrivista [sic] decretó su cesantía, y él se despidió con una quintilla escultural que sintetiza una de las grandes crisis de esta patria sin ventura:

Parece grande, y es chico
fue ministro, porque sí;
y en cuatro meses y pico,
perdió a Cuba, a Puerto Rico,
a Filipinas… y a mí.

Queden para otra ocasión los comentarios sobre el Padre Manchas.

[Número 2 – 30 de junio de 2020 – página 4]

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Verdi en Quinta Alegre

El programa del Festival Internacional de Música y Danza de Granada incluye la proyección el próximo 9 de julio, a las 21,30 horas, de «ópera del Teatro Real» en los jardines del Palacete de Quinta Alegre. En particular, de Aida de Giuseppe Verdi.

El reparto anunciado es el siguiente: Dirección musical: Nicola Luisotti; Dirección de escena: Hugo de Ana; Intérpretes: Soloman Howard, Violeta Urmana, Liudmyla Monastyrska, Gregory Kunde, Roberto Tagliavini, George Gagnidze, Sandra Pastrana y Fabián Lara.

Lo que no han aclarado es de qué año, porque ese mismo día Nicola Luisotti estará en el Teatro Real, sí, pero dirigiendo La Traviata.

Se agradece el tributo a Verdi, núcleo de las fuerzas civilizadoras europeas, pero, salvo que la proyección sea de un concierto memorable o lo sea en directo de otro, puede dar la impresión de que se hace por rellenar el calendario y sin querer gastar mucho presupuesto.

[Número 2 – 30 de junio de 2020 – página 3]

Revitalizar el comercio

Con la excusa del confinamiento y de la necesaria «distancia social», algunos Ayuntamientos han aprovechado para peatonalizar calles o convertirlas en vías exclusivas para bicicletas y patinetes.

Poco han pensado esos Ayuntamientos en sus ciudadanos y en sus negocios; y mucho, parece, en la propaganda y en Bruselas. Está muy bien que en Suecia o en los Países Bajos se promocione el transporte en medios no contaminantes, pero quizá han pensado bien poco en una ciudad hecha de cuestas que alcanza los 45 grados en verano.

El titular anunciando las decenas de kilómetros de carril-bici será admirado por los burócratas europeos, sin duda; pero también será una tortura para los habitantes y para los locales de las calles afectadas, que verán cómo sus tiendas se vacían en beneficio de los centros comerciales, que al aire acondicionado le suman un parking en la planta inferior.

¡Bonito plan para llenar las tiendas!

[Número 2 – 30 de junio de 2020 – página 3]

Genética castellana

«Almerienses, granadinos y malagueños tienen tanto de africanos como los gallegos o castellanos». Así empezaba el artículo «Al-Andalus no dejó rastro en la genética del sur de España» publicado en el periódico El País el día 5 de junio de 2019, que se hizo eco de un estudio del Laboratorio de Identificación Genética de la UGR que concluía que «la presencia de haplogrupos típicamente africanos en la población de Granada, Málaga y Almería no es significativa cuando se compara con las frecuencias de estos en poblaciones europeas, tanto mediterráneas como del norte de Europa».

mapa geneticoLo cierto es que sólo corroboraba lo que unos meses antes se publicó en toda España, aunque -oh, casualidad- apareció poco en la prensa local: que el mapa genético de España realizado por investigadores de las universidades de Santiago de Compostela (USC) y de Oxford, publicado en la revista científica Nature, concluía que es calcado al de la división política de los siglos XIV a XVI.

Conviene poco recordar, parece, que la españolidad de Granada era y es castellana, con mucha más cercanía genética a Logroño que a Huelva. ¿Por qué nos alejan de una y nos acercan a otra? Ay, las taifas, qué confusiones provocan.

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Fuente: https://www.biorxiv.org/content/biorxiv/early/2018/03/12/250191.full.pdf

[Número 2 – 30 de junio de 2020 – página 3]

Reivindicación del vaso de tubo

«¿Tubo o caña?», preguntaban los camareros. Era lo habitual, porque esas eran casi las únicas medidas de cerveza de barril que había en los bares de Granada. Tamaños universales que, para la tranquilidad del cliente, se mantenían en tascas, tabernas, restaurantes y bodegas. Uno pedía un tubo o una caña y sabía cuánta cerveza le iban a servir, sin desviación de centilitros.
Hace unos años, quizá ya una década, el buen criterio se extendió desde el norte por toda España para descartar el uso del tubo en los combinados. Al tomar un cubalibre o un gintonic en vaso de tubo recorres una innecesaria gama de sabores -del duro trago inicial, casi sin refresco, al aguachirri del final- que puede evitarse con recipientes de más cabida. Sin duda, era algo necesario, aunque en su lugar se generalizó la inasible copa de balón y no el más conveniente vaso de sidra.
Pero, con ello, la muerte del vaso de tubo estaba firmada y al poco empezó a desaparecer también en su uso para la cerveza. Proliferó el empleo (inadecuado) de las copas de vino y fueron apareciendo otras más o menos a propósito para el zumo de cebada.
Caña, cañón, doble, mini, zurito, penalti, tanque, pinta, corto… La máxima diversidad cultural española reside en el modo de llamar a la cerveza. Al desechar el tubo de cerveza, Granada pierde un signo de identidad.

[Número 2 – 30 de junio de 2020 – página 2]

Hacer camino

¡Segundo número! ¡Segundo paso! Así se hace el camino, poco a poco y con constancia. Sin levantar la vista del suelo, como el mítico catoblepas, irán apareciendo aquí pequeñas fotografías de lo que nos interesa: artes y letras con perspectiva granadina. Son brochazos o llamadas de atención, no -por limitaciones evidentes de espacio- sesudas investigaciones ni profundos estudios científicos.

    La pretensión de Alcaicería no es agotar un tema ni ofrecer la respuesta a nada, sino plantear interrogantes y señalar las baldosas amarillas para que cada cual, según sus gustos e intereses, espoleado por su propia inquietud, avance en la dirección que estime más oportuna.

    Sean bienvenidos, así, a una nueva edición de este mercadillo de perifollos, bagatelas y futesas varias. Ojalá encuentren algo que les guste.

La Redacción

[Número 2 – 30 de junio de 2020 – página 2]

Soleá Morente: Lo que te falta

La madurez llega de golpe o se va confirmando poco a poco. Con Soleá ha pasado un poco de las dos, porque ha ido dando pruebas de la consolidación de su estilo a lo largo de meses con las canciones a cuentagotas, como si fueran fruto de condensación, y un día llega y te las suelta todas de sopetón en Lo que te falta, que es ya solidez rocosa. No digo plúmbea porque de plomo eran los libros del Sacromonte y ella, que es más de estirpe albaicinera, tiene poco de falsificación. Al contrario, porque lo que no es tradición es plagio y su disco es flamenco, cómo no, pero es también rock y rumba y granaína y bolero y mil palos más; en definitiva, un disco muy Morente y menos arrugao -si algo significa en música- que anteriores composiciones.

solea

Pasan por sus canciones José Bonaparte, sus hermanos Kiki y Estrella, Jota, La Estrella de David, La Bien Querida, Delafé, Las Negris, Muchachito Bombo Infierno… Y todos cumplen la función del acompañante, sin robar protagonismo.

Si, como dijo Alaska, el pop es la sociedad de consumo convertida en arte, Lo que te falta está muy alejado de él. Coges con miedo «Coca-Cola» y te encuentras con frescura rumbera, pegadiza y firme, nada que ver con las tragantonas de flamenco de consumo que hoy copan cada rincón musical.

Cierra el disco cantando que «gitanita como yo / no las vas a encontrar / así se vuelva gitana / toita la humanidad». Quién quiere rosalías teniendo esto.

[Número 2 – 30 de junio de 2020 – página 2]

El Negro Juan Latino (Black Lives Matter)

Hace unos años se eliminó al poeta renacentista del callejero granadino. Su matrimonio interracial en la Granada del siglo XVI, cuatrocientos años antes de que estuviera permitido en EEUU, permite una lectura crítica del derribo de estatuas españolas en ese país.

El martes 3 de octubre de 2017, entre aplausos entusiasmados de la prensa local, se inauguró la plaza del Centro Artístico de Granada. Necesario homenaje a una institución trascendental, sin duda. El problema, aunque callado por esa misma prensa, es que esa placeta que vigila el cruce de las calles Sarabia y Cuadro de San Antonio ya tenía un nombre: plaza del Negro, o del Negro Juan Latino, como fue rebautizada a principios de siglo merced a una absurda polémica que denunció el escritor José Vicente Pascual en 2008.

El Negro Juan Latino nació en Cabra en 1518 y sirvió en la familia de Gonzalo Fernández de Córdoba y Fernández de Córdoba, nieto del Gran Capitán y dos años menor que él. De ahí que viajara con éste a Granada cuando lo enviaron a estudiar artes liberales. Más que como paje y señor, su trato fue de hermanos. Entonces él era aún Juan de Sessa, pues de allí son duques el Gran Capitán y sus descendientes.

Lo que Gonzalo aprendía en clase, Juan Latino lo absorbía desde la puerta. No tardó mucho en ser diestro en la materia que le da apellido y en otras cuantas (monocordio, arpa, laúd, canto, gramática, etcétera), por lo que comenzó a dar clases a jóvenes de familias distinguidas. Un negro, amigo y sirviente del nieto del Gran Capitán, dando clase a los niños ricos de Granada. Esa es la historia.

Al poco tiempo fue manumitido por los duques de Sessa y obtuvo la Cátedra de Gramática y Latín en la Universidad de Granada y se considera que fue el primero de su raza en lograrlo. En esto, como en tantas cosas, Granada fue la primera.

En aquella pléyade de alumnos estaba la jovencita Ana de Carleval o Carvajal, hija de un Caballero Veinticuatro y pretendida por Don Fernando de Válor, futuro Abén Humeya. Ganó el astuto Juan Latino «y vino a casarse con ella / que gramática estudiaba», según resumió Lope de Vega. Tuvieron cuatro hijos mientras él seguía a sus clases, a sus poemas y a sus tertulias del grupo Poética Silva, donde coincidió con San Juan de la Cruz, Diego Hurtado de Mendoza y tantos otros.

El Negro Juan Latino conoció a Don Juan de Austria en su paso para aplacar la rebelión de los moriscos de Abén Humeya en las Alpujarras y empezó a adquirir nombre en la corte de Felipe II. Quizá por eso el presidente de la Chancillería, Pedro de Deza, le encargó que escribiera un poema sobre su  gloriosa victoria en Lepanto: la Austriada Cármine (1573), anterior a la de Juan Rufo. Tan diestro era en el manejo del latín y tal fama adquirió que Cervantes lo cita como referencia en el prólogo del Quijote.

Granada mantiene eliminado el tributo a tan excelso prócer de nuestras letras. Él, que convenció a Felipe II para que los restos de los Reyes Católicos se quedaran donde están y no los llevaran al Escorial, caerá en el olvido por la desafortunada carrera a ninguna parte de los ofendidos profesionales. Si aquí permitimos esto, ¿cómo evitar que en los EEUU derriben estatuas de quien prohibió la esclavitud?

[Número 2 – 30 de junio de 2020 – página 1]