Toros por las Angustias

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Las autoridades taurinas de la ciudad plantean recuperar la Feria de la Virgen de las Angustias. ¡Por las barbas de Frascuelo, que era hirsuto! Y nada de novilladas, como otros años, sino corridas de toros bravos.

Se cumplirá el nonagésimo segundo aniversario de la plaza, que se inauguró precisamente el domingo 30 de septiembre de 1928 con una corrida en honor de la Patrona y con el histórico diestro Cagancho de segundo en el cartel. Quedó éste en su primer toro igual que en Almagro, porque era su costumbre cuando no le tocaban buenos astados en suerte. Por fortuna, ni la afición quemó la plaza ni de aquello salió un refrán. Dijo El Defensor de Granda que la unanimidad del público que silbaba sus malas formas era «aterradora». La crónica taurina es siempre descarnada y ataca sin rodeos; hoy es la última trinchera de muchos adjetivos olvidados. «Un bajonazo, con todo descaro, a la tabla del cuello, y la silba toma proporciones de ciclón. La indecisión y el miedo del espada son bien notorias», sigue el plumilla, que termina afirmando que hubo una «pita que se oye en Sevilla». En fin, Cagancho dio «un mitin de los suyos». Como Morante, pensará alguno.

Este año, el domingo de la procesión es día 27, así que en tal día pretenden que sea la fiesta. Suenan los nombres de Enrique Ponce, Fandi y Roca Rey. Suena muy bien, aunque la farándula que acompañará al primero no ayude, como nunca ha ayudado, a enlucir la jornada con la sobriedad que gusta al amante de los toros.

Buena noticia, en general, que la Monumental de Frascuelo no vaya a cerrar el año en blanco.

[Número 3 – 15 de julio de 2020 – página 3]

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Estrenamos página web

El boletín Alcaicería es una publicación gratuita, distribuida y editada sin otra pretensión que hacer notar otra voz sobre y en defensa de las Artes y las Letras granadinas. Entiéndase lo de Arte como toda manifestación cultural, habiendo derribado ya el mito de la Cultura como categoría cerrada.

Hemos querido recurrir a lo más rudimentario para la construcción de este humilde boletín y, por eso, la edición principal es la que se publica en forma de PDF y puede ser impresa. Cuatro páginas cuya cabida es, a menudo, escasa, pero que permiten hacer las anotaciones mínimas suficientes para inspirar al lector nuevos intereses.

Para aglutinar todas las piezas publicadas y crear con todas ellas un conglomerado de fácil alcance y lectura, hemos creado la página web www.alcaiceria.org, donde irán quedando disponibles todos los números y artículos. Esperamos que internet nos sea propicio.

[Número 3 – 15 de julio de 2020 – página 2]

Beethoven en el Palacio de Carlos V y otras noticias

El Festival (Internacional de Música y Danza) de Granada hará sonar a Beethoven durante esta quincena de julio en el Palacio de Carlos V de la mano de las orquestas de Granada, Valencia, Galicia y un solo de pianista los días 16, 17, 21, 23, 24, 25 y 26 de julio. Con entradas entre 25 y 80 euros, hay pocas excusas para perdérselo.

Las Carmelitas de la Antigua Observancia están organizando visitas guiadas al Museo del Carmen (c/ Monjas del Carmen), que incluye la exposición temporal «El Carmelo es todo María». Las próximas serán los días 18 de julio (10h) y 18 julio (19h). Plazas limitadas y grupos reducidos. Se solicita un donativo para la comunidad de monjitas. Interesados: enviar WhatsApp (indicar n° plazas) al 657682258.

Ya se pueden visitar los restos arqueológicos del palacio del Sultán nazarí Mohamed II (s. XII) en el conjunto del Cuarto Real de Santo Domingo. Este importante yacimiento musulmán -uno de los más relevantes de España-, se ubica en un pabellón que se ha inaugurado este lunes.

La deuda de los municipios

El diario El Independiente de Granada trajo el 6 de julio una de esas noticias que hacen hervir la sangre. El titular, «Dieciséis municipios granadinos aumentaron su deuda con los bancos el año pasado», da una idea del contenido. Escudriñar los datos que acumula el INE en sus almacenes es algo engorroso y se agradece que algún licenciado en Periodismo se haya tomado la molestia en hacerlo por nosotros, que para eso estudió lo que estudió.

Sin embargo, la seca exposición de los datos en una tabla, incluso añadiendo la variación interanual y el orden en el escalafón de municipios de la provincia según el importe per cápita de la deuda, puede dar lugar a un peligroso populismo, tan propio -por otra parte- de la demagogia que mueve la política contemporánea. Partiendo de que gastar más de lo que se tiene es, por lo general, condenable, ¿por qué hemos de aceptar acríticos que todo aumento de la deuda es malo? ¿Por qué tiene ese análisis que ser de ámbito municipal, como si el municipio fuese propiedad única y exclusiva de sus habitantes? ¿Acaso se computa la inversión en una calle como exclusiva de quienes viven en ella, en lugar de toda la ciudad?

En Alcaicería creemos en la unidad nacional, una de cuyas propiedades constituyentes es la solidaridad. Aquella, por ejemplo, que reconstruyó las provincias de Valencia y Barcelona tras las respectivas riadas del 57 y el 6. ¿Cómo no entender que las deudas municipales sean cosa de todos –res publica-?

No sabemos quién gobierna allí ni nos importa, pero si La Taha ha acumulado 1.316.000 euros de deuda, es decir, 2.015 euros por habitante, ¿no puede considerarse un deber comarcal, provincial y nacional el cubrir las deudas de ese -como de otros cuantos- rincón alpujarreño? Por ponernos estupendos en Historia, ¿acaso dudó Felipe II en volcar los arcones del tesoro real y arriesgar la vida de su hermano Don Juan de Austria para aplacar la rebelión de los moriscos? Se ha perdido la perspectiva al convertir la política, embarrándola, en una cuestión de números.

Nos dirán que la Administración tiene mil mecanismos para acudir a fondos públicos regionales, nacionales y comunitarios, pero una subvención (porque no son otra cosa esas ayudas) es una cadena. ¿A quién tienen que recurrir entonces, a los escuálidos bolsillos de los locales?

Cada pueblo es una calle de la gran ciudad nacional y es responsabilidad de todos los habitantes asegurar su subsistencia y su belleza.

Granada en ‘La víspera de nuestro tiempo’

La víspera de nuestro tiempo fue un programa de TVE2 dirigido por Jesús Fernández Santos entre 1967 y 1969 en el que recorrían algunas ciudades españolas siguiendo la obra de autores oriundos de esa tierra. Así, emitieron La Mancha de Cervantes, Pamplona en Hemingway, La Valencia de Blasco Ibáñez o Elogio y nostalgia de Toledo, de la mano de Gregorio Marañón.

Sin embargo, los archivos de TVE no tienen una copia del programa (o, al menos, no la muestran) que más interesa a Alcaicería, que es el de Granada sobre textos de Federico García Lorca. Por suerte, según da noticia el periódico Ideal, el granadino Manuel M. Mateo ha recuperado una copia y la puesto a disposición del común de los mortales en YouTube:

¡Bendita sea la iniciativa individual, que saca del corruptor olvido nuestras reliquias! Porque este video es una de ellas, no dude el lector receloso de hipérboles chovinistas. En él se ve una ciudad distinta a la de hoy, pero sólo porque estaba más joven y al natural; no tenía el pelo cardado con horribles edificios modernistas ni los pegotes de maquillaje del asfalto, sus ropas eran ligeras porque no imperaba la prisa de hoy y no llevaba pesados abalorios para atraer a los turistas.

Como bien recuerda el locutor en el video, decía Federico García Lorca que «las creaciones justas de Granada son el camarín y el mirador de bellas y reducidas proporciones. Así como el jardín pequeño y la estatua chica». En la misma conferencia a la que pertenece la cita, en la que reivindicó a Soto de Rojas (Granada, paraíso cerrado para muchos), Federico declaró que «por eso la estética genuinamente granadina es la estética del diminutivo, la estética de las cosas diminutas».

Las imágenes que regala el documental son casi innumerables. Las costumbristas de la Plaza Larga y de la de Bibrrambla, la Vega aún vergel, el Carlos V sin techar, la casa de paso del Albaicín,… Casi es más corto decir qué toma no es evocadora. Para nosotros, la más sugestivo es la del agricultor cantando el romance El mimbrero, testimonio sonoro de la primordial aridez castellana de Granada.

Nuestro camino a Santiago

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Ahora que llega la fiesta del Patrón de España, conviene recordar que en Granada tenemos un convento regido por las Comendadoras de Santiago, fundado en 1501 los Reyes Católicos. Además de ser la primera fundación de religiosas en Granada (aunque no sabemos si hubo alguna en los tiempos de San Cecilio y los primeros cristianos iliberritanos…), que era un empeño personal de la reina Isabel, quisieron con ello premiar a la Orden de Santiago, que había entregado mucho, muchísimo, a lo largo de los siglos de Reconquista.

Quien se acerque al convento, encontrará en el compás que da acceso al convento y a la iglesia unos azulejos dedicados a Hermenegildo de la Campa S.J., quizá desconocido para muchos. Lo cierto es que su investigación y su obra son muy importantes para Granada, porque recuperó el Camino Mozárabe de Santiago, que parte de esa misma iglesia y llega, más de mil kilómetros después, a la tumba del Apóstol.

Con el confinamiento aún dando coletazos y las complicaciones propias de las medidas de prevención y control coronavírico, es difícil llegar a Santiago de Compostela, pero tenemos a la vuelta de la esquina el inicio de la ruta solar, ulisíaca y hercúlea de Santiago. Qué gran oportunidad para visitarlo.

[Número 3 – 15 de julio de 2020 – página 2]

Anotaciones a la dedicatoria de ‘Granada la Bella’, de Ángel Ganivet

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La dedicatoria del libro se ha obviado sin justificación en algunas ediciones, aunque es un detalle nada insignificante. Ganivet, que estaba en Amberes, recibió noticia de la enfermedad de su madre el 16 de agosto de 1895, de forma que cogió un tren y llegó a Granada el 20 de agosto de 1895. La madre ya había muerto y al día siguiente Ganivet le confesó a su amigo Francisco Navarro Ledesma, Paco, el dolor profundo que sentía: «yo veo claro que se ha roto el más fuerte de los poquísimos lazos que me unen a las cosas de la tierra» (carta del 21/8/1895). Puesto que el libro lo escribió, según firma el propio autor, entre el 14 y el 27 de febrero del año siguiente, 1896, se trata de un tributo funerario a su queridísima madre.

Es necesario señalar que la dedicatoria es la primera mitad de un todo culminado con la dedicatoria de Idearium español (1897), dirigida «A don Francisco Ganivet y Morcillo, padre del autor: artista y soldado». Continuación de la serie que fue sin duda consciente e intencionada, porque tienen la misma estructura (persona, relación con el autor, cualidades), ambas se firmaron en 1896 (febrero la de la madre y octubre la del padre), ambos estaban ya muertos (el padre desde 1875 y la madre desde 1895, como se ha dicho) y están cada una en una obra que responde a las particularidades del destinatario (a la madre, «amantísima de su ciudad», le dedica la exégesis de Granada y al padre, «artista y soldado», hace lo propio con la propuesta regeneracionista de la Patria).

Del amor de Doña Ángeles por su ciudad se puede sospechar bien poco; según le contaron a su hijo y él lo retransmitió a Navarro, «la última noche empezó a tener alucinaciones, diciendo a todos que si estaban ciegos y no veían a la virgen de las Angustias que no cesaba de llamarla, y por último se quedó dormida y muerta riendo, a eso de medianoche». ¿Hay mayor muestra de amor a una ciudad que la filiación sincera y escatológica a su excelsa Patrona? Es una cuestión que Ganivet jamás percibiría como religiosa en el sentido piadoso, sino como mera proyección identitaria; en la misma Granada la bella se refirió a ese apego mariano de cualquier granadino: «Ved a ese hombre que a la puerta de un ventorrillo, al calor de una “maceta”, disparata contra Dios y los hombres, y dice no creer en la camisa que lleva puesta: es probable que al entrar en la población, al pasar por las Angustias, entre en el templo a hacerle su visita a la “abuela”. No digamos que es un majadero, porque entonces nos insultaríamos a nosotros mismos» (cap. VII).

Para reforzar la hipótesis, debo apuntar que en enero de 1896 Ganivet ya tenía terminada la novela La conquista del reino maya…, que vio la luz en abril de 1897, pero no se le ocurrió dedicarlo a ninguno de sus padres -ni a nadie, de hecho-, por mucha nostalgia que tuviera de ellos y orgulloso que estuviera de su creación. Les dedicó los que quiso, aunque uno lo acabara un mes después y el otro tardara aún nueve más.

Por otra parte, la intencionalidad de la dedicatoria es palmaria ante la irrelevancia inicial de la obra y el relativo desprecio con el que la trató. Comenzó siendo un compromiso personal que adquirió con Luis Seco de Lucena, director de El Defensor de Granada (carta del 17/2/1896), en cuyo periódico, en efecto, se publicaron sus doce artículos por separado, y al final la edición unificada no fue más que el producto de una voluntad, que bien pudo ser la de dedicar el libro, para lo cual encargó una edición privada. Ganivet le indicó a su amigo Paco Navarro haber «impreso algunos ejemplares sólo porque haya algo impreso en este rinconcito de Finlandia, donde creo que no se ha impreso jamás nada en español» (carta del 12/8/1896), a lo que añadió que «no pienso enviar ejemplares a nadie de Madrid»; y a Seco de Lucena le remitió nueve ejemplares con la advertencia de que «se trata sólo de una edición para dentro de casa y por lo mismo que es así y que no está destinada a la venta, le participo que si desea más ejemplares […] no tiene más que decírmelo» (carta del 19/8/1896).

Sabiendo lo del «capricho» de publicar en español en tierras finlandesas (algo no exento de riesgo, como es lógico, ya que «si se hace la impresión sin correcciones, al primer golpe resulta inventada una nueva lengua», según la citada carta del 13/8/1896) y, rastreando su epistolario, que es algo así como el diario íntimo de Ganivet, encontramos que no fue más que un divertimento. Ya había advertido que no pretendía que saliera una cosa «demasiado seria» (17/2/1896), aunque de hecho dudaba «que Seco los publique porque teme mucho perder una suscripción e indisponerse con nadie y yo digo cosas algo duras» (24/2/1896). Pero se publicaron y él reclamó insistente a sus hermanos que le enviaran los recortes a Helsinki, ya que él había enviado los artículos en cuartillas manuscritas y quería tener las versiones impresas definitivas; el VII, «Nuestro arte», que no le llegaba, lo pidió al menos pedir cuatro veces.

La decisión de publicarlos reunidos, en cualquier caso, la tomó alentado por su entorno, donde «algunos me aconsejan que haga un libro […]; no sé lo que haré, aunque me gusta tan poco todo lo que me sale» (27/4/1896) y «todos los amigos desean que forme con los doce artículos un libro, para que no se pierdan del todo» (4/5/1896). Y, si bien cedió a la tentación, no varió su opinión sobre el trabajo, que siguió siendo «un manojo de artículos» (6/5/1896), «el opúsculo ese» (10/9/18960), «un atado de disparates incoherentes sin clasificación posible» (19/10/1896) o un simple «folletillo» (15/4/1897).

Insisto, pues, en la tesis de que no encontró otra forma de redimir el texto que convertirlo en homenaje póstumo, fruto de la «piedad filial» -diría Melchor Almagro-, a su madre.

 

[Número 3 – 15 de julio de 2020 – página 4]