Salvar Fajalauza

Fajalauza

Uno de los artesanos de la fábrica de cerámica Fajalauza, Manuel España, dijo en un reportaje de que «dos piezas no pueden salir iguales. Si ves dos iguales, no puede ser. No hay dos granadas iguales. Yo hago 200.000 granadas al mes y ninguna me sale igual. Cada cerámica de Fajalauza es única» (Ideal, 27.I.2020). valga esta entradilla como reivindicación, a priori, de los manufacturados y de la artesanía popular, que a lo largo de los siglos ha dado en lo que hoy llamamos cultura y con la cual se construye, baldosa a baldosa (¡de barro!), la historia.

En 1917, Manuel Gómez-Moreno impartió en el Ateneo de Madrid una conferencia sobre «La loza de Fajalauza» que ese mismo la revista Arte español reseñaba destacando que «Esta loza carece de evolución. Todas las manifestaciones de la cerámica han sufrido innovaciones a través de los tiempos. La de Fajalauza permanece constante en su característico estado. La decoración sigue siendo la misma, y su arte y modo de fabricarse, únicos» (Arte español, núm. 7, p. 440). Bello halago, el de permanecer estáticos desde allende los siglos.

(Hagamos aquí un alto, so pena de ser juzgados como traidores a las esencias del purismo granadino. Tal cosa nunca ha existido y nos declaramos, por ello, inocentes. La industria de la cerámica de Fajalauza sí ha evolucionado y así lo reconoció en 2018 el nonagenario -y casi centenario, pues noventa y siete velas soplaba entonces- Cecilio Morales. Para opacar el blanco, se ha sustituido el estaño por el circonio; la mono-cocción ha dejado paso a la bi-cocción; el cobalto para el azul ya no viene de Almería, sino de Inglaterra; se cuece en horno eléctrico o de gas en vez de a leña; etcétera. Y bien está todo ello si así se mantiene el arte.)

Se afirma en algunos sitios que la fábrica de los Morales viene, como pronto, de 1517. De tal año es un documento conservado en la Real Chancillería que recoge las quejas de un Hernando de Morales, maestro ollero, sobre los impuestos a las rentas del barro. Incumplían, según el recurrente -y según citan los que han visto el legajo-, las exenciones de las Capitulaciones de Granada. La cosa venía, por tanto, de antes; de mucho antes. Lo cierto es que el nombre de «cerámica de Fajalauza» es un malabar metonímico.  Lo que siempre ha habido en Fajalauza es la Puerta que tal nombre lleva y que separaba los barrios del Albaicín y de los Alfareros. Por la cercanía y porque de lo que antes fue un gremio importante y numeroso ya quedaba poco más que la proverbial familia Morales, se fue extendiendo la cosa de «loza de Fajalauza», Gómez-Moreno dio un empujón por el lado académico, Luis Seco de Lucena lo dio por el popular, la fábrica se rebautizó y aquí tenemos servido el nombre definitivo de lo que es, por encima y a través de todo, cerámica granadina, pues no es cosa del lugar sino del estilo.

No se ha dicho aquí aún, aunque la comprobación científica vaya siempre por detrás de la intuición popular, nada sobre la raíz mora de esa artesanía. ¿Cómo no iba a tenerla, estando donde estamos y teniendo la historia que tenemos? Y como no es posible rastrear el resto de las fábricas, hoy desaparecidas, tenemos que hablar de la familia Morales. Si el tal Hernando de Morales reivindicaba las exenciones de las Capitulaciones, es que nos encontramos ante un morisco o, menos probable, un mudéjar. ¡Puede que hasta con un viejo mozárabe! Sea como fuere, quedó la técnica en los artesanos y es probable que quedaran los propios artesanos, sólo que adobaron los cacharros con algo de renacentismo castellano y empezaron a moldear con otras formas. Empiezan a salir del horno lebrillas, escudillas, aguamaniles, bacines, albarelos, alcarrazas…

¡Alcarrazas! El alpujarreño Francisco Villaespesa, que con tanto éxito dramatizó las vidas de Abén Humeya, Alhamar, Aixa, Hernán Cortés, &c, hablaba de una de ellas en su poema dedicado a El alfarero de Fajalauza:

Soy alfarero
soy alfarero de Fajalauza
y farte quiero,
para que bebas, una alcarraza!
Mis manos ágiles han amasado
la arcilla, dócil como la cera;
y los contornos han modelado
de su Figura,
para que en ellos se presintiera
la línea esbelta de tu cintura
entre las curvas de tu cadera.
Más que en el horno
dentro del pecho la he caldeado;
y para adorno
mis propias venas me he desgarrado
y con mi sangre, color le he dado.
Y hoy, desangrado,
de amor me muero…
Tan sólo quiero
que cuando bebas mi alcarraza
te acuerdes siempre del alfarero,
del alfarero de Fajalauza.

Nos ha llegado por un manuscrito de 1930 que quedó inédito y está reproducido en algunos azulejos por la ciudad. Cuentan que, en visita a la fábrica de Fajalauza, se lo han escuchado declamar al nonagenario Cecilio, como materializándose en el mito de Villaespesa.

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El autonomismo no puede amparar la manipulación

Dirán algunos que por qué insistimos en esto. Bueno, que dejen de leernos. Noticia en el periódico Granada Hoy (22/7/2020):

«La Asociación de Jóvenes Granadinistas denuncia que se están utilizando libros de texto en Bachillerato actualmente, que aseguran que los límites actuales de Andalucía ya eran tales en el año 1530, omitiendo de esta forma de manera clara la existencia del Reino de Granada, que estuvo vigente desde 1492-1833 como Reino castellano de Granada».

Se refieren a una ignominiosa ilustración en un libro de texto de Geografía de la editorial Algaida:

libro algaida

La verdad es cada día más revolucionaria y escandalosa: la Andalucía autonómica actual no existió hasta, como mucho y como bien dice la noticia, el año de 1833, en el que el motrileño Javier de Burgos coló en la reforma de la organización territorial del Estado el gazapo (¿intencionado?) de anular la demarcación y la denominación del Reino de Granada para incluirlo, sin explicación alguna, en la limítrofe Andalucía. Ni siquiera después estuvo clara esa innovadora fusión y, así, podemos ver que el proyecto de Constitución federal de la I República (1873) hablaba de «los Estados de Andalucía Alta, Andalucía Baja…»; que en 1898 Francisco Seco de Lucena pronunció su conferencia sobre el regionalismo granadino; que en la II República la Diputación de Granada se negó a formar una autonomía con Andalucía (y no salió); que la UCD llegó a crear una bandera para la autonomía de Andalucía Oriental en los 70; que…

La historia es muy larga. Lo importante es destacar que hoy se adoctrina a los escolares con textos rebosantes de imprecisiones y que una asociación lo ha denunciado. ¡Bravo! De paso, podrían también denunciar otras llamativas reinterpretaciones del mapa, porque por más que duela y escueza, por más que rabien y pataleen, la realidad fue muy diferente a la mostrada en ese burdo error cartográfico: la España de 1530 estaba dividida, a lo sumo y por lo jurídico, no por lo territorial, en las coronas de Castilla y Aragón, por un lado, que según los remilgos podrían considerarse unidas, más el reino de Navarra y el reino de Granada.

¿Le suena a alguien el escudo de España y lo que contienen sus cuarteles? Parece que no. Tan poco suena que hace poco, al hacer la camiseta de la Selección Española de Fútbol, confundieron la pequeña granada del entado y dibujaron ¡un tulipán!

Para mostrar la densidad de población de 1530 no hay nada más inoportuno e inadecuado que el montaje con ese refrito de las Regiones del siglo XIX y las Comunidades Autónomas del XX. ¡Como si se pudiera comparar la densidad de un «pequeño» territorio como Asturias con el de un todo llamado Andalucía! ¿Habría densidad homogénea entre Huelva y Almería? Puestos a lo torticero, poco ha faltado para que viéramos las provincias de Calatayud, Betanzos o Sanlúcar de Barrameda.

Los mapas de la época son bastante claros, como el que nos muestra el Libro de grandezas y cosas memorables de España (1548) del importante cartógrafo Pedro de Medina… ¡que era sevillano!

Libro de grandezas 1548

Es probable que la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía le reste importancia al asunto, pero es un deber patriótico denunciar esa manipulación que, amparada en el autonomismo, sólo contempla la configuración de España mediante el anacronismo de las regiones.

Enhorabuena a la Asociación de Jóvenes Granadinistas, que ha logrado llevar a las portadas ese absurdo error. Que no se detenga aquí la lucha por el rigor histórico. Aquí tendrán siempre un refugio.

Fajalauza pide ayuda

Los ceramistas han lanzado un grito de auxilio y han organizado una «Campaña de donaciones para reparar una parte de la cubierta de nuestras instalaciones entre las que se encuentra el horno hispanoárabe, único en nuestra ciudad», en los siguientes términos:

Los trabajos urgentes que necesitamos abordar son:

  • Reparación de la cubierta de una zona destinada al torneado tradicional: el cargadero que sujeta las vigas de madera ha colapsado, desplazando las tejas y favoreciendo la entrada de agua a todo el paño.
  • Apuntalamiento e instalación de cubierta provisional para proteger el centenario horno hispanoárabe: la bóveda ha perdido su curvatura y el agua de lluvia que entra está deteriorando toda la estructura, por lo que también se encuentra en grave peligro de colapso.

Calculamos que debemos reunir en torno a 8.000 € para acometer dichas reparaciones. Si tú nos quieres apoyar, te informamos que la Fundación tendrá un detalle especial con todas las personas que colaboren.

Pueden encontrar la forma de donar en la web de la Fundación Cerámica de Fajalauza Cecilio Morales  (o sólo Fundación Fajalauza) constituida ad hoc:

https://www.fajalauza.org/

Por nuestra parte… Quien quiera donar, que done; cada cual es libre de hacerlo a quien guste y obtendrá así, además, aunque no sea el motivo principal, algunas deducciones tributarias en el IRPF. No está mal.

El carácter de Alcaicería, empero, nos empuja a otra cosa, que es a pedir ayuda en forma de trabajo. ¡Compren sus productos! No hay mejor forma de dar un empujón a una fábrica que haciéndole fabricar. Perogrullada, sí, pero las verdades de cajón se esconden y se olvidan hoy con inusitada facilidad. Compren, insistimos, auténtica cerámica de Fajalauza. No caigan en la tentación de ahorrar con imitaciones: el precio que por ello pagan nuestro Arte y nuestra Identidad es mucho mayor.

La Nueva Normalidad

 

los planetas la nueva

Cuando un grupo anuncia que va a sacar algo, una canción, un disco, se genera siempre un silencio expectante de la pléyade de admiradores, seguidores, fanáticos y palmeros profesionales que acompaña a todo músico; cuando eso mismo lo anuncia Los Planetas, el silencio es monacal, los silentes parecen monjes preconciliares y la expectación alcanza a creyentes, agnósticos y ateos. Porque son Los Planetas, que son como nuestra Yoko Ono -ya puede vender berridos que no hay quien le quite caché-, pero cantando bien.

«La Nueva Normalidad», a falta de la segunda parte (dice Continuará… y uno tiene que creerlo), se parece bastante a una carcajada inoportuna o a la apertura de la botella de champán por el ganador de una carrera. Agita, descorcha y a quien le caiga. Tomad, malditos. Una venganza. Un ya me da igual. Más: una nota de serenidad en un modernismo que se nos ha ido de las manos.

Jota reventó los cerebros biempensantes de no pocos críticos de la oficialidá al cantar El Novio de la Muerte con El Niño de Elche y demostrar que no hace falta llevar tatuada la efigie de Millán-Astray para reconocer su fuerza telúrica; ahora la toma con los saqueadores que quieren derribar el vellocino de oro… para trocearlo y llevarse los pedazos a casa.

Esperamos la continuación.