Restauración en las Carmelitas Calzadas

En el Monasterio de la Encarnación, de las Carmelitas de la Antigua Observancia, están llevando a cabo la restauración del retablo de San Elías y de algunas tallas, como la del Cristo del Desagravio. Cuenta su historia el Museo del Monasterio a través de su cuenta de Twitter (@MuseoCarmenGra), de quien recogemos la imagen del Cristo:

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«Cuenta la comunidad que hace muchos años, una familia llevó este Crucificado al monasterio para que lo desagraviaran. Nunca le dijeron que ofensa había sufrido la Sagrada Efigie.

»Hasta no hace mucho, la Madres Carmelitas AO tenían la llamada «disciplina» dos veces en semana. Sendos días, se colocaba el Cristo sobre un cojín en el suelo y lo adoraban por tres veces, llevando a cabo la oración del desagravio.

»Recientemente ha sido restaurado en la Universidad de Granada, por los alumnos de la asignatura «Procesos de Conservación y Restauracion de Escultura I: madera» bajo las directrices de doña Carmen Bermúdez Sánchez.

»Han eliminado la suciedad y barnices oxidados, lo que ha permitido que vuelva la policromía original que nos muestran unos tonos azulados impresionantes; han reparado griegas y separaciones mediante un trabajo de «chuleteado»; y han realizados los dos clavos que le faltaban».

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Guerra carlista en Granada y la Alpujarra

El texto que hoy traemos tiene su importancia. Está escrito por un liberal, con lo que, si no hay objetividad, las exageraciones irán por el lado contrario al que nos interesa, que es el del carlismo granadino.

Antonio Pirala Criado (1824-1903), madrileño, fue secretario de la Casa Civil del rey Amadeo de Saboya, que fue demócrata como ningún otro monarca lo ha sido, y gobernador civil de varias provincias. No cabe dudar, pues, de sus ideales políticos.

Sorprenderá a algunos que en un principio (Historia de la Guerra Civil…, Tomo Primero, cap. XXV) dejaba claro que «no era Andalucía país a propósito para los carlistas», pero es evidente que había carlismo en Granada, que lo había organizado y que quizá no estaba contando a ésta en aquélla… Cuenta Pirala (ídem, Tomo Segundo, cap. XIV) que en mayo de 1836, tras la salida de Mendizábal del Gobierno, «cundió la insurrección en Granada, pero al saberse el resultado de la de Málaga, se restableció el orden».

Pero estamos en 1838. Llama la atención que en la presente exposición de rebeliones carlistas en la Alpujarra, el prelado de Guadix tuviera parte importante. No era un cualquiera y eso demuestra el profundo apoyo que tuvo el movimiento carlista entre los católicos de veras, que en Granada no eran pocos.

Sin embargo, es de destacar la reacción de las autoridades municipales ante la posibilidad de un ataque de los batallones del general Basilio García y el coronel Antonio Tallada, bajando la imagen de San Miguel a las Angustias y tremolando el pendón real en la Torre de la Vela como hiciera en 1492 el cardenal Mendoza. Protección de los sagrados símbolos sobre la ciudad. Toda guerra desangra.

De distinta índole que la rebelión de los moriscos se preparó otra en la Alpujarra, esa región que partiendo desde las eternas nieves de Sierra Nevada, la circunda en toda su extensión meridional hasta enlazarse con la Contraviesa, que empieza en otra serie de cordilleras que termina en el mar. El terreno y los habitantes se prestaban perfectamente a levantar el pendón carlista, y a emprender una lucha ruda como aquellas montañas y valiente como sus pobladores.

Solazándose estaba el capitán general de Granada, Palarea, en la posesión de Dandella, cuando recibió la primera noticia del levantamiento de los carlistas, y por enfermedad de Aranda capitán de la compañía franca de Seguridad envió al teniente don Joaquín Siman, a apagar aquel incendio. A marchas forzadas llegó diligente a Polopos, donde se hicieron fuertes sus enemigos; peleóse con tesón, y muerto su jefe don Matías de Castro y herido su segundo Arratia, que quedó prisionero, se dispersó fugitivo el resto de la fuerza, hallando en el país la protección que necesitaba su cuita, se recogieron las armas que abandonaron, un obús de campaña enterrado, y otros efectos, y se vio ahogada en su cuna aquella insurrección que habría sido imponente a no ser tan pronto reprimida (1).

Según la declaración de Arratia resultó complicado el obispo de Guadix, su secretario el señor Cedrun, don José Enríquez y Campo vecino de Granada, y otros: se detuvo al Prelado en su palacio y en la cárcel a su secretario y al joven Enríquez, que emparentado con las principales familias de la ciudad era simpático a todos: temióse por su vida y se halló medio de que se le trasladara al hospital, de donde se fugó narcotizando a los nacionales de la Guardia y vigilantes.

Pasó el proceso al juzgado de Albuñol, decidida a su favor la competencia, desempeñado entonces por don Francisco de los Ríos Rosas, y no tuvo más consecuencias notables el plan de insurreccionar la Alpujarra, que habría sido grave para la causa liberal, a la que dieron que hacer los carlistas que en la provincia de Jaén invadían los partidos de Cazorla y Segura de la Sierra, y especialmente la que capitaneó Isidro Ruiz (a) el Monjero; y en la misma Provincia de Granada no fueron insignificantes las partidas que recorrían los territorios de Baza y Huéscar, atacando a la villa de Benamaurel, cuya iglesia incendiaron; debiendo citarse la conspiración descubierta en las Albaidas, y aún la que antes descubrió por una criada, el auditor señor Andreu Dampierre, que fraguaban los presos de la cárcel de Granada, y costó la vida a nueve de ellos.

No faltaban entonces carlistas en Andalucía, y les alentaba en sus empresas la división tan profunda que introdujeran en Granada los Jovellanos, en los que estaban afiliadas personas de valer como Martínez de la Rosa, Castro y Orozco, Velluti, el marqués de Falces, duque de Gor, Cónque, Egaña y otros. Produciéndose lamentables divisiones entre moderados y exaltados, y poco cuerdo o mal aconsejado Palarea, aunque tenía fama de astuto su consejero, no dejaban de aprovecharlas los partidarios de don Carlos; conspiraban, abundaba el dinero, y sólo una persona, cuya familia aún vivía, no ha mucho, sacrificó toda su fortuna, de algunos millones adquiridos en las minas de Almería (2).

Llegaron a temer las autoridades, se adoptaron grandes precauciones y hasta bajóse en rogativa la efigie de San Miguel desde su elevado santuario a la iglesia de la Virgen de las Angustias y de aquí con dicha imagen a la catedral, ondeando el estandarte de los reyes católicos en la Torre de la Vela. Se temía que don Basilio y Tallada atacaran la Ciudad, y se apeló a la astucia para evitarlo. Encomendóse al teniente Siman marchar con la compañía franca de seguridad pública, y al llegar a Purullena pidiese al alcalde de Guadix un crecidísimo número de raciones, suponiéndose jefe de la avanzada de un ejército numeroso; y a propósito para el jovial carácter de aquel hijo de Vélez Málaga el cometido que llevaba, que comprendió perfectamente, obró y expidió comunicaciones aún al mismo capitán general de Granada, como si mandara un grande ejército, cuando sólo llevaba 30 hombres; al hacer el pedido de raciones a Guadix, a donde acababan de llegar las avanzadas carlistas pidiéndolas también, se sorprendió el alcalde, lo manifestó a los enviados de Tallada y don Basilio, creyeron estos que se había improvisado en Andalucía y reunido en Granada un numeroso ejército y levantaron el campo que ya tenían a unas tres leguas de Guadix, retrocedieron a Castril y Baeza para ser batidos por Sanz, y respiró Granada.

(1) En Granada se descubrió una fábrica de municiones de armas en uno de los sótanos de San Diego de Alcalá.

(2) Viéronse estos desgraciados en una boardilla en Madrid, por la caridad del señor Bonell y Orbe, y fue tan consecuente en su opinión el dignísimo sujeto de que tratamos, que al saber la muerte del conde de Montemolín [Carlos Luis de Borbón y Braganza, Carlos V de los carlistas], volvió a su casa despavorido y abrazándose a su lecho falleció de repente, exclamando: ¡ya no queda esperanza alguna! ¡nuestro rey ha muerto! Tan profunda convicción es grande, noble, sublime. Digno recuerdo merecía de sus correligionarios tanta virtud y heroísmo.

Antonio Pirala, Historia de la Guerra Civil y de los partidos Liberal y Carlista (Madrid, 1891), Capítulo LXXXVIII, Tomo III, pp. 198-200.

San Luis Rey

San Luis ReyEl próximo 25 de agosto celebramos la fiesta de San Luis Rey de Francia, titular de una pequeña iglesia albaicinera en la cuesta homónima.

Esta iglesia gótico-mudéjar de San Luis de los Franceses fue templo con los visigodos, profanada y transformada en mezquita, devuelta a la Iglesia en 1501 y reconstruida en 1526, año de la visita del César Carlos. Historia común a miles de templos españoles, aunque la fama sea de la Catedral de Córdoba.

Por razones obvias, allí se constituyó en 1626 una Hermandad para su culto, con la particularidad de que sólo podían ingresar en ella ciudadanos franceses. A los dos años en bajar a la Hermandad al convento de San Antón, de los terceros franciscanos, donde aún se venera su imagen en una capilla lateral del lado de la epístola. En aquellos siglos las hermandades podían ser abiertas (cualquier podía ingresar) o cerradas (exclusivas para pertenecientes a un gremio concreto, una nacionalidad determinada, etcétera). Esta era sólo para gabachos afincados en la vieja Ilíberis. Los señores franceses eran en Granada apenas unos 450 y parece que pocos vivían en el Albaicín, por lo que la céntrica ubicación del convento les facilitaba el culto y la pertenencia.

Afirma alguno que los franceses eran casi todos «bodegueros, pasteleros y criados» (Ponsot, 1969); y tiene su gracia, porque la Hermandad excluía «por ser hombre de mala vida y cursar, andar distraído por tabernas y vodegones, casas de juego…» (López-Guadalupe, 2003). Regentaban tabernas, pero nos las frecuentaban, podemos suponer.

El devenir de los tiempos acabó desactivando la Hermandad y, según nuestros cálculos, la ley canónica hace que ya sea irrecuperable por excesivo transcurso de tiempo.

Después de tanto, la iglesia de San Luis fue destruida el 10 de diciembre de 1933 al ser quemada por los miserables desalmados que pocos años después, espoleados por la impunidad advertida en esos asaltos y saqueos, llevaron al martirio a miles de católicos españoles.

Desde entonces, permanece en ruinas. La Asociación Hispania Nostra la incluyó en su Lista Roja del Patrimonio y se han anunciado varias rehabilitaciones y partidas presupuestarias ad hoc nunca materializadas o perdidas en los laberintos de la burocracia de la kafkiana Administración. Ahí siguen sus ruinas.

Pero hay más relación del Rey Santo con Granada,  porque es Patrón del pueblo de Albondón, en la Alpujarra, donde cada 25 de agosto llevan una bella talla («Más guapo que un San Luis…») en andas por las calles [la dela imagen]. El verano pasado, la famosa casa madrileña Ansorena subastó una cruz procesional en cuyo dorso se lee «Ludovico ora pro populo Sto de Albondón año 1779». ¡La Cruz que encabezaba la comitiva desde el siglo XVIII! La escondieron en 1936, la devolvieron cuando amainó el temporal y ahí estuvo hasta, al menos, 1976. ¿Qué pasó después? Nadie sabe, nadie contesta. Ahora está en manos privadas, pero dice su adquiriente, un Pérez de Rada Cavanilles (a quien nos atrevemos a tildar de carlista madrileño), que en su testamento se la deja al pueblo. Podría ir cediéndola para su uso.

Este año no habrá procesión ni fastos ni verbena. Nada, porque nada está quedando de aquel mundo abigarrado, tumultuoso y popular de antes del coronavirus. Para salvaguardar su culto, proponemos hacer la NOVENA A SAN LUIS, que comienza mañana 16 de agosto y se alarga hasta el día de su fiesta, el 25 de agosto. Puede el lector seguirla en el siguiente enlace: https://sensusfidelium.us/novena-a-san-luis-rey-de-francia/

De todo el ritual, algo extenso, copiamos a continuación la breve oración para su rezo diario:

ORACIÓN A SAN LUIS REY

Dios, que del Reino de la tierra trasladasteis al Bienaventurado Confesor San Luis a la Gloria de la Celestial Patria: concedednos por su intercesión y méritos que logremos igual suerte en la compañía del Rey de los Reyes, Jesucristo Hijo vuestro. Atended propicio a los deseos de nuestro Rey Católico, concediéndole feliz y tranquilo gobierno, y victoria contra los enemigos de vuestro Santo Nombre, para gloria vuestra y beneficio de su pueblo. Por el mismo Jesucristo Hijo vuestro, nuestro Señor, que con Vos y el Espíritu Santo vive y reina, Dios, por los siglos de los siglos. Amen.

En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

Editorial. Extraño quince de agosto

Se abre un quince de agosto bien extraño en la canícula nacional. En todo el mundo, sí, pero en España en particular. Tierra de María, esta fecha es el ecuador de las vacaciones oficiales y, como día de la Asunción, fiesta mayor de cientos de pueblos. En algunos de ellos, los que sufrieron las sucesivas huidas de la pobreza durante el XX, se celebra, además, la Fiesta del emigrante. Así, tenemos cada año a millones de compatriotas en carretera para reencontrarse, por un día, con sus raíces.

Este año no podrá ser o no alcanzará la magnitud habitual. Ya hemos dado el ejemplo de Albondón. Con las celebraciones oficiales canceladas, sin verbenas ni procesiones, sin castillos ni conciertos, sin toros ni comidas, pocos harán lo de siempre: retornar al origen para fingir, por unas horas, que nunca salieron. Poblachones desérticos durante el año multiplican hoy, 15 de agosto, sus habitantes y ven compungidos lo que habrían podido llegar a ser. Pero, ay, el hambre. Y, ay, los esotéricos circuitos del erario. La España Vacía © no es más que una desaparición permanente del Presupuesto.

En esta casa nos planteábamos retrasar el siguiente número hasta septiembre, más por descanso agosteño que por parón coronavírico, pero, suponiendo que tengamos algún lector -un exceso- y que, además, tiene siquiera el pensamiento de que habría otro número en agosto -un alarde-, flaco servicio haríamos a la causa dejando en blanco este mes.

Como en el cuento, sólo el ratoncillo que no se rinde y no deja de nadar consigue transformar la leche en mantequilla y logra escapar. Quien resiste, vence. Y este es nuestro (tal vez) nimio granito de arena: la vida debe continuar.