Una de las teorías sobre la etimología de la palabra alcaicería sugiere que obedece a que el emperador Justiniano concedió a los pueblos árabes el privilegio de comerciar con la seda, quedándose los enclaves donde así lo hacían con ese nombre, «lugar del César» o al-Qaysar. Sucede que Granada mantiene viva -o más bien resucitada- y con esplendor la que en su seno construyeron los nazaríes, albergando ahora tiendas de toda clase de bisuterías, telas, lozas y recuerdos para el visitante. Y sucede, además, que Granada fue la ciudad dilecta del Emperador Carlos, nuestro César patrio.
Quiere esta revista recoger el carácter bullicioso de la Alcaicería y mostrar en su escaparate toda suerte de productos de la tierra para tentar a quien pase, con intención o sin ella, por su lado. No se espere en Alcaicería, pues, el sistemático proceder de las sesudas revistas científicas, sino la espontánea variedad de una lonja.
La Redacción
[Número 1 – 11 de junio de 2020 – página 2]