Número 11

Presentamos el número 11 de ALCAICERÍA, con el siguiente contenido:

  • Cerrar los bares, morir de asco
  • A la venta la bandera del Reino de Granada
  • Para el confinamiento
  • Entregan el Premio Internacional Agenda 2030
  • El castillo de La Calahorra

¡Pasen y lean!

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Francisco Guerrero Vílchez

Número 9-10

Llega el día de Todos los fieles difuntos, fiesta castiza y popular en la que el españolito medio se acerca al cementerio a honrar a sus muertos, se representa en los teatros el Don Juan de Zorilla y se atiborran los niños de todas las edades con huesos de santo.

Este año, los cementerios estarán vacíos como no lo han estado ni en los peores días de las peores guerras, así que dejamos aquí unas flores literarias en el nicho de un joven periodista que murió a los ochenta y ocho años de edad. Un personaje, por cierto, que mereció el homenaje póstumo del Arzobispo de Granada, del Ministerio de Justicia, de la Asociación de la Prensa, de un puñado de periódicos patrios… pero no el de nuestros contemporáneos. Ni siquiera merece un reglón en el centenar de esbozos biográficos de nuestra admirada Viñes Millet en Figuras granadinas. ¡Ni siquiera!

Se trata, lo anuncia el título, de Francisco Guerrero Vílchez (1853-1941), que acumuló en su pechera la Cruz de la Lealtad y la Cruz de las batallas de Montejurra (1873), Somorrostro (1874) y Lácar (1875); fue nombrado Caballero de la Orden de la Legitimidad Proscrita (1924, por el rey Don Jaime) y Teniente honorario del Ejército (1938); fue Terciario franciscano y miembro fundador de la Asociación de la Prensa granadina; fundó y dirigió el semanario El Amigo del Obrero (1896-1901), dedicado a la Juventud Tradicionalista, y fundador y director del periódico La Verdad (1899-1941). Ese fue su mayor hito, la empresa a la que entregó su vida.

Aunque en la Guerra de 1936 ya tenía cumplidos los ochenta, fingió tener menos de cuarenta años para alistarse en las milicias ciudadanas (en la de Españoles Patriotas, según Ángel Puente en el obituario que le dedicó «La Gaceta del Norte») para quedarse, al menos, en la retaguardia y defender aquello a lo que había entregado cada segundo de su vida, la Tradición.

Por lo demás, inspiró la creación del Tercio de Requetés «Nuestra Señora de las Angustias», que se formó en su casa de la Vega. Aquello es el germen de la actual Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores, que aún pasea la Cruz de San Andrés por las calles de Granada cada Semana Santa.

Hoy, sin embargo, sólo queda un rastro camuflado en la ciudad: la estatua dedicada a fray Luis de Granada -fruto de su terco empeño- que consiguió colocar en Bibrrambla y Gallego Burín trasladó a Santo Domingo.

Guerrero Vílchez sufrió cárcel, consejos de guerra y destierros, nada que lo hiciera flaquear en aquella consigna con la que encabezó La Verdad: Somos carlistas. Seguimos las doctrinas que defendió gloriosamente nuestro Carlos VII, quien tuvo el honor y la dicha de conservarnos la bandera sin una sola mancha, negándose a toda componenda para que podamos tremolarla muy alta». Y tanto.

Cuentan que una vez quiso desistir y abandonar el periódico, entendiendo que a su edad ya no estaba para tantos trotes (él, simple herrador de bestias), porque escribía, componía y repartía La Verdad, pero no se atrevió a hacerlo sin pedirle permiso a Don Jaime. Como este se negara y lo animase a continuar por el bien de la Causa, no dudó: «Señor: el periódico no morirá mientras yo viva». Y así fue.

Vaya este número de ALCAICERÍA en su memoria, como patrón de la prensa granadina que consumió cada segundo de su vida, hasta el último suspiro, por sacar adelante su periódico. Sacó el último número el mismo 29 de septiembre de 1941 en que él entregaba su alma al Altísimo y la Virgen de las Angustias, Madre misericordiosa a la que tributaba filial devoción, paseaba por la ciudad.

Virgilio Castilla, reciclado

Anuncian la Ley de Memoria Democrática (con incontables muertos y quiebra inasumible es poco menos que inoportuna) y salen los sospechosos habituales a reivindicar la figura de Virgilio Castilla, presidente de la Diputación de Granada fusilado en 1936. Bien, ¡pero que no lo hagan en nombre del andalucismo! Porque a eso se dedica una tal Fátima Gómez, del PSOE granadino. Es probable que lo ignore, pero Castilla Carmona propugnó siempre, de forma inequívoca y arrepentirse nunca, que Granada sólo podía formar parte de una región: la que constituye con Jaén, Almería y Málaga.

Restauración en las Carmelitas Calzadas

En el Monasterio de la Encarnación, de las Carmelitas de la Antigua Observancia, están llevando a cabo la restauración del retablo de San Elías y de algunas tallas, como la del Cristo del Desagravio. Cuenta su historia el Museo del Monasterio a través de su cuenta de Twitter (@MuseoCarmenGra), de quien recogemos la imagen del Cristo:

Imagen

«Cuenta la comunidad que hace muchos años, una familia llevó este Crucificado al monasterio para que lo desagraviaran. Nunca le dijeron que ofensa había sufrido la Sagrada Efigie.

»Hasta no hace mucho, la Madres Carmelitas AO tenían la llamada «disciplina» dos veces en semana. Sendos días, se colocaba el Cristo sobre un cojín en el suelo y lo adoraban por tres veces, llevando a cabo la oración del desagravio.

»Recientemente ha sido restaurado en la Universidad de Granada, por los alumnos de la asignatura «Procesos de Conservación y Restauracion de Escultura I: madera» bajo las directrices de doña Carmen Bermúdez Sánchez.

»Han eliminado la suciedad y barnices oxidados, lo que ha permitido que vuelva la policromía original que nos muestran unos tonos azulados impresionantes; han reparado griegas y separaciones mediante un trabajo de «chuleteado»; y han realizados los dos clavos que le faltaban».

Guerra carlista en Granada y la Alpujarra

El texto que hoy traemos tiene su importancia. Está escrito por un liberal, con lo que, si no hay objetividad, las exageraciones irán por el lado contrario al que nos interesa, que es el del carlismo granadino.

Antonio Pirala Criado (1824-1903), madrileño, fue secretario de la Casa Civil del rey Amadeo de Saboya, que fue demócrata como ningún otro monarca lo ha sido, y gobernador civil de varias provincias. No cabe dudar, pues, de sus ideales políticos.

Sorprenderá a algunos que en un principio (Historia de la Guerra Civil…, Tomo Primero, cap. XXV) dejaba claro que «no era Andalucía país a propósito para los carlistas», pero es evidente que había carlismo en Granada, que lo había organizado y que quizá no estaba contando a ésta en aquélla… Cuenta Pirala (ídem, Tomo Segundo, cap. XIV) que en mayo de 1836, tras la salida de Mendizábal del Gobierno, «cundió la insurrección en Granada, pero al saberse el resultado de la de Málaga, se restableció el orden».

Pero estamos en 1838. Llama la atención que en la presente exposición de rebeliones carlistas en la Alpujarra, el prelado de Guadix tuviera parte importante. No era un cualquiera y eso demuestra el profundo apoyo que tuvo el movimiento carlista entre los católicos de veras, que en Granada no eran pocos.

Sin embargo, es de destacar la reacción de las autoridades municipales ante la posibilidad de un ataque de los batallones del general Basilio García y el coronel Antonio Tallada, bajando la imagen de San Miguel a las Angustias y tremolando el pendón real en la Torre de la Vela como hiciera en 1492 el cardenal Mendoza. Protección de los sagrados símbolos sobre la ciudad. Toda guerra desangra.

De distinta índole que la rebelión de los moriscos se preparó otra en la Alpujarra, esa región que partiendo desde las eternas nieves de Sierra Nevada, la circunda en toda su extensión meridional hasta enlazarse con la Contraviesa, que empieza en otra serie de cordilleras que termina en el mar. El terreno y los habitantes se prestaban perfectamente a levantar el pendón carlista, y a emprender una lucha ruda como aquellas montañas y valiente como sus pobladores.

Solazándose estaba el capitán general de Granada, Palarea, en la posesión de Dandella, cuando recibió la primera noticia del levantamiento de los carlistas, y por enfermedad de Aranda capitán de la compañía franca de Seguridad envió al teniente don Joaquín Siman, a apagar aquel incendio. A marchas forzadas llegó diligente a Polopos, donde se hicieron fuertes sus enemigos; peleóse con tesón, y muerto su jefe don Matías de Castro y herido su segundo Arratia, que quedó prisionero, se dispersó fugitivo el resto de la fuerza, hallando en el país la protección que necesitaba su cuita, se recogieron las armas que abandonaron, un obús de campaña enterrado, y otros efectos, y se vio ahogada en su cuna aquella insurrección que habría sido imponente a no ser tan pronto reprimida (1).

Según la declaración de Arratia resultó complicado el obispo de Guadix, su secretario el señor Cedrun, don José Enríquez y Campo vecino de Granada, y otros: se detuvo al Prelado en su palacio y en la cárcel a su secretario y al joven Enríquez, que emparentado con las principales familias de la ciudad era simpático a todos: temióse por su vida y se halló medio de que se le trasladara al hospital, de donde se fugó narcotizando a los nacionales de la Guardia y vigilantes.

Pasó el proceso al juzgado de Albuñol, decidida a su favor la competencia, desempeñado entonces por don Francisco de los Ríos Rosas, y no tuvo más consecuencias notables el plan de insurreccionar la Alpujarra, que habría sido grave para la causa liberal, a la que dieron que hacer los carlistas que en la provincia de Jaén invadían los partidos de Cazorla y Segura de la Sierra, y especialmente la que capitaneó Isidro Ruiz (a) el Monjero; y en la misma Provincia de Granada no fueron insignificantes las partidas que recorrían los territorios de Baza y Huéscar, atacando a la villa de Benamaurel, cuya iglesia incendiaron; debiendo citarse la conspiración descubierta en las Albaidas, y aún la que antes descubrió por una criada, el auditor señor Andreu Dampierre, que fraguaban los presos de la cárcel de Granada, y costó la vida a nueve de ellos.

No faltaban entonces carlistas en Andalucía, y les alentaba en sus empresas la división tan profunda que introdujeran en Granada los Jovellanos, en los que estaban afiliadas personas de valer como Martínez de la Rosa, Castro y Orozco, Velluti, el marqués de Falces, duque de Gor, Cónque, Egaña y otros. Produciéndose lamentables divisiones entre moderados y exaltados, y poco cuerdo o mal aconsejado Palarea, aunque tenía fama de astuto su consejero, no dejaban de aprovecharlas los partidarios de don Carlos; conspiraban, abundaba el dinero, y sólo una persona, cuya familia aún vivía, no ha mucho, sacrificó toda su fortuna, de algunos millones adquiridos en las minas de Almería (2).

Llegaron a temer las autoridades, se adoptaron grandes precauciones y hasta bajóse en rogativa la efigie de San Miguel desde su elevado santuario a la iglesia de la Virgen de las Angustias y de aquí con dicha imagen a la catedral, ondeando el estandarte de los reyes católicos en la Torre de la Vela. Se temía que don Basilio y Tallada atacaran la Ciudad, y se apeló a la astucia para evitarlo. Encomendóse al teniente Siman marchar con la compañía franca de seguridad pública, y al llegar a Purullena pidiese al alcalde de Guadix un crecidísimo número de raciones, suponiéndose jefe de la avanzada de un ejército numeroso; y a propósito para el jovial carácter de aquel hijo de Vélez Málaga el cometido que llevaba, que comprendió perfectamente, obró y expidió comunicaciones aún al mismo capitán general de Granada, como si mandara un grande ejército, cuando sólo llevaba 30 hombres; al hacer el pedido de raciones a Guadix, a donde acababan de llegar las avanzadas carlistas pidiéndolas también, se sorprendió el alcalde, lo manifestó a los enviados de Tallada y don Basilio, creyeron estos que se había improvisado en Andalucía y reunido en Granada un numeroso ejército y levantaron el campo que ya tenían a unas tres leguas de Guadix, retrocedieron a Castril y Baeza para ser batidos por Sanz, y respiró Granada.

(1) En Granada se descubrió una fábrica de municiones de armas en uno de los sótanos de San Diego de Alcalá.

(2) Viéronse estos desgraciados en una boardilla en Madrid, por la caridad del señor Bonell y Orbe, y fue tan consecuente en su opinión el dignísimo sujeto de que tratamos, que al saber la muerte del conde de Montemolín [Carlos Luis de Borbón y Braganza, Carlos V de los carlistas], volvió a su casa despavorido y abrazándose a su lecho falleció de repente, exclamando: ¡ya no queda esperanza alguna! ¡nuestro rey ha muerto! Tan profunda convicción es grande, noble, sublime. Digno recuerdo merecía de sus correligionarios tanta virtud y heroísmo.

Antonio Pirala, Historia de la Guerra Civil y de los partidos Liberal y Carlista (Madrid, 1891), Capítulo LXXXVIII, Tomo III, pp. 198-200.

Salvar Fajalauza

Fajalauza

Uno de los artesanos de la fábrica de cerámica Fajalauza, Manuel España, dijo en un reportaje de que «dos piezas no pueden salir iguales. Si ves dos iguales, no puede ser. No hay dos granadas iguales. Yo hago 200.000 granadas al mes y ninguna me sale igual. Cada cerámica de Fajalauza es única» (Ideal, 27.I.2020). valga esta entradilla como reivindicación, a priori, de los manufacturados y de la artesanía popular, que a lo largo de los siglos ha dado en lo que hoy llamamos cultura y con la cual se construye, baldosa a baldosa (¡de barro!), la historia.

En 1917, Manuel Gómez-Moreno impartió en el Ateneo de Madrid una conferencia sobre «La loza de Fajalauza» que ese mismo la revista Arte español reseñaba destacando que «Esta loza carece de evolución. Todas las manifestaciones de la cerámica han sufrido innovaciones a través de los tiempos. La de Fajalauza permanece constante en su característico estado. La decoración sigue siendo la misma, y su arte y modo de fabricarse, únicos» (Arte español, núm. 7, p. 440). Bello halago, el de permanecer estáticos desde allende los siglos.

(Hagamos aquí un alto, so pena de ser juzgados como traidores a las esencias del purismo granadino. Tal cosa nunca ha existido y nos declaramos, por ello, inocentes. La industria de la cerámica de Fajalauza sí ha evolucionado y así lo reconoció en 2018 el nonagenario -y casi centenario, pues noventa y siete velas soplaba entonces- Cecilio Morales. Para opacar el blanco, se ha sustituido el estaño por el circonio; la mono-cocción ha dejado paso a la bi-cocción; el cobalto para el azul ya no viene de Almería, sino de Inglaterra; se cuece en horno eléctrico o de gas en vez de a leña; etcétera. Y bien está todo ello si así se mantiene el arte.)

Se afirma en algunos sitios que la fábrica de los Morales viene, como pronto, de 1517. De tal año es un documento conservado en la Real Chancillería que recoge las quejas de un Hernando de Morales, maestro ollero, sobre los impuestos a las rentas del barro. Incumplían, según el recurrente -y según citan los que han visto el legajo-, las exenciones de las Capitulaciones de Granada. La cosa venía, por tanto, de antes; de mucho antes. Lo cierto es que el nombre de «cerámica de Fajalauza» es un malabar metonímico.  Lo que siempre ha habido en Fajalauza es la Puerta que tal nombre lleva y que separaba los barrios del Albaicín y de los Alfareros. Por la cercanía y porque de lo que antes fue un gremio importante y numeroso ya quedaba poco más que la proverbial familia Morales, se fue extendiendo la cosa de «loza de Fajalauza», Gómez-Moreno dio un empujón por el lado académico, Luis Seco de Lucena lo dio por el popular, la fábrica se rebautizó y aquí tenemos servido el nombre definitivo de lo que es, por encima y a través de todo, cerámica granadina, pues no es cosa del lugar sino del estilo.

No se ha dicho aquí aún, aunque la comprobación científica vaya siempre por detrás de la intuición popular, nada sobre la raíz mora de esa artesanía. ¿Cómo no iba a tenerla, estando donde estamos y teniendo la historia que tenemos? Y como no es posible rastrear el resto de las fábricas, hoy desaparecidas, tenemos que hablar de la familia Morales. Si el tal Hernando de Morales reivindicaba las exenciones de las Capitulaciones, es que nos encontramos ante un morisco o, menos probable, un mudéjar. ¡Puede que hasta con un viejo mozárabe! Sea como fuere, quedó la técnica en los artesanos y es probable que quedaran los propios artesanos, sólo que adobaron los cacharros con algo de renacentismo castellano y empezaron a moldear con otras formas. Empiezan a salir del horno lebrillas, escudillas, aguamaniles, bacines, albarelos, alcarrazas…

¡Alcarrazas! El alpujarreño Francisco Villaespesa, que con tanto éxito dramatizó las vidas de Abén Humeya, Alhamar, Aixa, Hernán Cortés, &c, hablaba de una de ellas en su poema dedicado a El alfarero de Fajalauza:

Soy alfarero
soy alfarero de Fajalauza
y farte quiero,
para que bebas, una alcarraza!
Mis manos ágiles han amasado
la arcilla, dócil como la cera;
y los contornos han modelado
de su Figura,
para que en ellos se presintiera
la línea esbelta de tu cintura
entre las curvas de tu cadera.
Más que en el horno
dentro del pecho la he caldeado;
y para adorno
mis propias venas me he desgarrado
y con mi sangre, color le he dado.
Y hoy, desangrado,
de amor me muero…
Tan sólo quiero
que cuando bebas mi alcarraza
te acuerdes siempre del alfarero,
del alfarero de Fajalauza.

Nos ha llegado por un manuscrito de 1930 que quedó inédito y está reproducido en algunos azulejos por la ciudad. Cuentan que, en visita a la fábrica de Fajalauza, se lo han escuchado declamar al nonagenario Cecilio, como materializándose en el mito de Villaespesa.

Toros por las Angustias

fandi

Las autoridades taurinas de la ciudad plantean recuperar la Feria de la Virgen de las Angustias. ¡Por las barbas de Frascuelo, que era hirsuto! Y nada de novilladas, como otros años, sino corridas de toros bravos.

Se cumplirá el nonagésimo segundo aniversario de la plaza, que se inauguró precisamente el domingo 30 de septiembre de 1928 con una corrida en honor de la Patrona y con el histórico diestro Cagancho de segundo en el cartel. Quedó éste en su primer toro igual que en Almagro, porque era su costumbre cuando no le tocaban buenos astados en suerte. Por fortuna, ni la afición quemó la plaza ni de aquello salió un refrán. Dijo El Defensor de Granda que la unanimidad del público que silbaba sus malas formas era «aterradora». La crónica taurina es siempre descarnada y ataca sin rodeos; hoy es la última trinchera de muchos adjetivos olvidados. «Un bajonazo, con todo descaro, a la tabla del cuello, y la silba toma proporciones de ciclón. La indecisión y el miedo del espada son bien notorias», sigue el plumilla, que termina afirmando que hubo una «pita que se oye en Sevilla». En fin, Cagancho dio «un mitin de los suyos». Como Morante, pensará alguno.

Este año, el domingo de la procesión es día 27, así que en tal día pretenden que sea la fiesta. Suenan los nombres de Enrique Ponce, Fandi y Roca Rey. Suena muy bien, aunque la farándula que acompañará al primero no ayude, como nunca ha ayudado, a enlucir la jornada con la sobriedad que gusta al amante de los toros.

Buena noticia, en general, que la Monumental de Frascuelo no vaya a cerrar el año en blanco.

[Número 3 – 15 de julio de 2020 – página 3]

Verdi en Quinta Alegre

El programa del Festival Internacional de Música y Danza de Granada incluye la proyección el próximo 9 de julio, a las 21,30 horas, de «ópera del Teatro Real» en los jardines del Palacete de Quinta Alegre. En particular, de Aida de Giuseppe Verdi.

El reparto anunciado es el siguiente: Dirección musical: Nicola Luisotti; Dirección de escena: Hugo de Ana; Intérpretes: Soloman Howard, Violeta Urmana, Liudmyla Monastyrska, Gregory Kunde, Roberto Tagliavini, George Gagnidze, Sandra Pastrana y Fabián Lara.

Lo que no han aclarado es de qué año, porque ese mismo día Nicola Luisotti estará en el Teatro Real, sí, pero dirigiendo La Traviata.

Se agradece el tributo a Verdi, núcleo de las fuerzas civilizadoras europeas, pero, salvo que la proyección sea de un concierto memorable o lo sea en directo de otro, puede dar la impresión de que se hace por rellenar el calendario y sin querer gastar mucho presupuesto.

[Número 2 – 30 de junio de 2020 – página 3]

Reivindicación del vaso de tubo

«¿Tubo o caña?», preguntaban los camareros. Era lo habitual, porque esas eran casi las únicas medidas de cerveza de barril que había en los bares de Granada. Tamaños universales que, para la tranquilidad del cliente, se mantenían en tascas, tabernas, restaurantes y bodegas. Uno pedía un tubo o una caña y sabía cuánta cerveza le iban a servir, sin desviación de centilitros.
Hace unos años, quizá ya una década, el buen criterio se extendió desde el norte por toda España para descartar el uso del tubo en los combinados. Al tomar un cubalibre o un gintonic en vaso de tubo recorres una innecesaria gama de sabores -del duro trago inicial, casi sin refresco, al aguachirri del final- que puede evitarse con recipientes de más cabida. Sin duda, era algo necesario, aunque en su lugar se generalizó la inasible copa de balón y no el más conveniente vaso de sidra.
Pero, con ello, la muerte del vaso de tubo estaba firmada y al poco empezó a desaparecer también en su uso para la cerveza. Proliferó el empleo (inadecuado) de las copas de vino y fueron apareciendo otras más o menos a propósito para el zumo de cebada.
Caña, cañón, doble, mini, zurito, penalti, tanque, pinta, corto… La máxima diversidad cultural española reside en el modo de llamar a la cerveza. Al desechar el tubo de cerveza, Granada pierde un signo de identidad.

[Número 2 – 30 de junio de 2020 – página 2]

El Negro Juan Latino (Black Lives Matter)

Hace unos años se eliminó al poeta renacentista del callejero granadino. Su matrimonio interracial en la Granada del siglo XVI, cuatrocientos años antes de que estuviera permitido en EEUU, permite una lectura crítica del derribo de estatuas españolas en ese país.

El martes 3 de octubre de 2017, entre aplausos entusiasmados de la prensa local, se inauguró la plaza del Centro Artístico de Granada. Necesario homenaje a una institución trascendental, sin duda. El problema, aunque callado por esa misma prensa, es que esa placeta que vigila el cruce de las calles Sarabia y Cuadro de San Antonio ya tenía un nombre: plaza del Negro, o del Negro Juan Latino, como fue rebautizada a principios de siglo merced a una absurda polémica que denunció el escritor José Vicente Pascual en 2008.

El Negro Juan Latino nació en Cabra en 1518 y sirvió en la familia de Gonzalo Fernández de Córdoba y Fernández de Córdoba, nieto del Gran Capitán y dos años menor que él. De ahí que viajara con éste a Granada cuando lo enviaron a estudiar artes liberales. Más que como paje y señor, su trato fue de hermanos. Entonces él era aún Juan de Sessa, pues de allí son duques el Gran Capitán y sus descendientes.

Lo que Gonzalo aprendía en clase, Juan Latino lo absorbía desde la puerta. No tardó mucho en ser diestro en la materia que le da apellido y en otras cuantas (monocordio, arpa, laúd, canto, gramática, etcétera), por lo que comenzó a dar clases a jóvenes de familias distinguidas. Un negro, amigo y sirviente del nieto del Gran Capitán, dando clase a los niños ricos de Granada. Esa es la historia.

Al poco tiempo fue manumitido por los duques de Sessa y obtuvo la Cátedra de Gramática y Latín en la Universidad de Granada y se considera que fue el primero de su raza en lograrlo. En esto, como en tantas cosas, Granada fue la primera.

En aquella pléyade de alumnos estaba la jovencita Ana de Carleval o Carvajal, hija de un Caballero Veinticuatro y pretendida por Don Fernando de Válor, futuro Abén Humeya. Ganó el astuto Juan Latino «y vino a casarse con ella / que gramática estudiaba», según resumió Lope de Vega. Tuvieron cuatro hijos mientras él seguía a sus clases, a sus poemas y a sus tertulias del grupo Poética Silva, donde coincidió con San Juan de la Cruz, Diego Hurtado de Mendoza y tantos otros.

El Negro Juan Latino conoció a Don Juan de Austria en su paso para aplacar la rebelión de los moriscos de Abén Humeya en las Alpujarras y empezó a adquirir nombre en la corte de Felipe II. Quizá por eso el presidente de la Chancillería, Pedro de Deza, le encargó que escribiera un poema sobre su  gloriosa victoria en Lepanto: la Austriada Cármine (1573), anterior a la de Juan Rufo. Tan diestro era en el manejo del latín y tal fama adquirió que Cervantes lo cita como referencia en el prólogo del Quijote.

Granada mantiene eliminado el tributo a tan excelso prócer de nuestras letras. Él, que convenció a Felipe II para que los restos de los Reyes Católicos se quedaran donde están y no los llevaran al Escorial, caerá en el olvido por la desafortunada carrera a ninguna parte de los ofendidos profesionales. Si aquí permitimos esto, ¿cómo evitar que en los EEUU derriben estatuas de quien prohibió la esclavitud?

[Número 2 – 30 de junio de 2020 – página 1]