«El Estado somos todos», repetían como jaculatoria. ¡Pues que pague lo que ha roto! Si le preocupa la enfermedad, que pague pruebas y vacunas; si cierra los comercios, que pague alquileres, salarios y cotizaciones. Difícil justificación tiene cualquier gasto en otra línea. Y si el extractivo sistema tributario no puede paliar esto, es que no sirve o ha fracasado.
Como no lo harán, al buen ciudadano sólo le queda recurrir a sus iguales. La dejación del Estado debemos suplirla apoyando a los pequeños comercios. ¡A la calle! ¡Al ultramarinos, a la peluquería, a la eléctrica, a la cafetería, al zapatero! Que no quede ni uno atrás.
[Número 1 – 11 de junio de 2020 – página 3]